E. VÉLEZ

Una ovación de cinco minutos con todo el público del Campoamor en pie, dio cuenta ayer de lo que es Montserrat Caballé para los melómanos y, en concreto, para los de Oviedo. El mejor regalo de cumpleaños del teatro por sus 120 años de vida fue, sin duda, la actuación de la cantante catalana y su hija, la también soprano Montserrat Martí.

La complicidad entre madre e hija quedó patente desde las primeras notas, que ambas entrelazaron en sus dúos con miradas y gestos de cariño al compás de la música de «Oviedo Filarmonía». Tras los grandes clásicos como «Carmen», de Bizet, la segunda parte fue todo un despliegue de música castiza y guiños entre las sopranos, el director de orquesta Marzio Conti, y los espectadores. «¡Sigues siendo la mejor!», gritó un espontáneo entre el público, a lo que la diva no dudó en responder: «Eso es por la orquesta y su director, que son muy buenos. Ustedes me ven con buenos ojos, pero ya saben lo que es tener casi ochenta años... gracias por aguantarme».

En el palco de autoridades, el alcalde, Agustín Iglesias Caunedo, disfrutó de la gala junto a la directora de la Fundación Príncipe de Asturias, Teresa Sanjurjo; el presidente de Amigos de la Ópera, Jaime Martínez; el presidente de la Fundación Oviedo Filarmonía, Francisco González Álvarez-Buylla; y Jaime Álvarez-Buylla, presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo. El patio de butacas, a reventar.

Las cantantes hicieron un cambio de vestuario, más sobrio al comienzo de la gala con el negro como color predominante y más alegre en la segunda parte, ideal para celebrar un cumpleaños. Caballé, fiel a su estilo, usó vestidos brillantes con túnicas superpuestas, mientras que su hija optó por el corte imperio con la tela pegada al cuerpo que destacaba su esbelta silueta, muy similar a la de la magnífica Maria Callas.

Uno de los momentos más espontáneos y divertidos surgió de un despiste de la Caballé cuando, después de hacerle una indicación a Marzio Conti, se dirigió en italiano al público para presentar «El dúo de los gatos», de Rossini. «Disculpen, me pasa a veces, es la edad», señaló la cantante. Martí, de 40 años, arrancó los aplausos del público a lo largo de la gala y sorprendió por su voz de lírica pura.

Al final, como no podía ser de otra manera, madre e hija entonaron el «Cumpleaños feliz» y el teatro se convirtió en una fiesta de confeti con tarta y champán incluidos sobre el escenario a modo de celebración tradicional y en familia. Encargada al Gremio de Artesanos Confiteros de Asturias y elaborada en la pastelería Santa Cristina, puso el broche a la actuación.

La vinculación de Caballé con el Campoamor es muy estrecha. La cantante catalana debutó allí en 1968 con las óperas «Roberto Deveraux» y «Tosca», junto a su marido, el tenor Bernabé Martí; además de que, curiosamente, ya le había soplado las velas al teatro hace ahora dos décadas, durante la celebración de su centenario.

Y que cumpla muchos más...