Chus NEIRA

«Cuando me mandó el whatsapp diciendo que habíamos pasado a la final no me lo creí, pensé, "no trolees, tío", sólo supe que era en serio cuando vi que la peña lo empezaba a twittear». Así vivió Jota (bajista, 19 años), incrédulo y algo pasota, el pase a la final en el XV Concurso «Oviedo Rock» de su banda, los «Get in Tribal». Al día siguiente, en la final del pasado sábado, saldrían coronados como los ganadores de la última edición del concurso, seguidos de «Queen Bitch», segundo premio, y «Blues & Decker», terceros. Si llegar hasta allí había sido un sueño, llevarse el premio grande ha sido el mayor «subidón» que esta banda ovetense jovencísima (21 años de media) y de estilo abierto (metal alternativo, nu hardcore o, simplemente, como les dicen algunos, «dar caña») podía haber experimentado.

Trabajadores y con la cabeza amuebladísima, desde su página de Facebook y pocas horas después del premio, ya anunciaron que destinarían íntegramente el dinero del premio a promocionar a la banda: «merchandising», grabación de disco y todo lo que haga falta para catapultar más allá el espíritu de la tribu que les ha movido hasta ahora.

Porque detrás de los cuatro de «Get in Tribal» hay una historia de verdadera pasión por la música. El enamoramiento empezó cuando Pelayo (guitarra) y Will (batería) se encontraron haciendo Bachillerato en La Ería y quisieron montar algo juntos. Típico de chavales, tocaron juntos algunas versiones, material de «Metalica» o «Rage Against the Machine», y en el verano de 2009 se dijeron que «había que ir en serio». El primer ensayo con voz y bajo fue el 1 de octubre -se saben de memoria todas las fechas importantes en la historia de la banda-. Como querían tomárselo tan a pecho que su lema era «para hacer el gilipollas nos quedamos en casa», necesitaron un cantante con mejor disposición. Manuel, que hasta entonces había sido batería en otros grupos, pero le había gustado el rap y empezaba con el metal, hizo la prueba y el resto flipó. Era todo un espectáculo. Dieron el primer concierto con él el 18 de diciembre de 2010.

Los GIT ya habían integrado los sonidos guturales y algo de rapeo, podían sonar a cosas como «System of a Down» o «Limp Bizkit», pero cuando se dieron cuenta de que todo el mundo quería que hicieran «Hipocresía», su única composición en castellano, decidieron dejarlo todo para cambiar el repertorio por uno original sin canciones en inglés. «Las letras de Manu eran mejores en español que en inglés, la gente lo entendía, queríamos dar un poco de mensaje y no había muchas bandas haciendo lo que hacíamos nosotros y que no lo hicieran en inglés», razona Pelayo. El cambio se concluyó hace poco, el 1 de septiembre; poco antes de pasar por el «Oviedo Rock», dieron su primer concierto con el repertorio íntegramente en castellano. Además, venían de pasar un verano encerrados con la claqueta, los cortes, los tempos de las canciones. Habían tenido algunos fallos en un bolo en Gijón y no querían que se repitiera.

Un poco antes, y para que una amistad de años no perjudicara una relación de músicos, decidieron que era mejor que su bajista se fuera. Y entró Jota. En él también encontraron lo que «GIT» busca por encima de todo: «El espíritu, sentir la música, eso es lo que mueve al grupo por encima de todo».

Eso y la gente que les sigue, cada vez más, «la tribu», como dicen ellos. Esos seguidores que les llenan la red social de apoyo y energía son como el quinto «Get in Tribal», un quinto miembro colectivo, brutal en el mejor de los términos y necesario: «Ellos creo que celebraron la victoria tanto o más que nosotros, y sin ellos allí delante igual no hubiéramos tenido tantos cojones en la final».

Lo que hicieron fue salir al escenario sin miedo a nada, sabedores de que habían logrado ya el objetivo. Se dejaron la piel encima y lo hicieron con precisión de martillo neumático. Apuntalaron canción a canción de su repertorio con un sonido metal muy distinto a lo habitual. Alternativos, sí, pero con la cabeza fría y el corazón a punto de entrar en combustión.