Cuca ALONSO

En síntesis, «la maleta mexicana» era una tragedia. Su contenido pudo verse anoche en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, a través de un magnífico documental dirigido por la británica Trisha Ziff, en el que a su vez intervenían diversos personajes, unos relacionados con los autores del archivo y otros testigos directos de la historia que en él se relata. La propuesta era tan interesante que se llenó la sala.

El asunto era el siguiente. Tres jóvenes fotógrafos europeos -el polaco David Seymour, el húngaro Robert Capa y la alemana Gerda Taro-, en 1936, decidieron viajar a España para hacer un reportaje fotográfico de nuestra guerra civil. Ninguno de ellos tenía más de 23 años, eran idealistas, arriesgados y ni siquiera venían respaldados por una empresa periodística que financiara su aventura. En realidad, hoy, transcurridos más de setenta años, están considerados pioneros del fotoperiodismo bélico. Su audacia, que a Gerda Taro le habría de costar la vida ya que murió en Brunete, los llevaba hasta el mismo frente para plasmar con su cámara las circunstancias más atroces del enfrentamiento. Pero los años, las circunstancias de los dos supervivientes, y el estallido de la II Guerra Mundial fue trasladando aquel material de mano en mano, hasta llegar a perderse. David Seymour, «Chim» murió ametrallado durante la crisis de Suez, en 1956, y dos años antes cayó Robert Capa, en Vietnam al pisar una mina.

Muchas personas sabían de la existencia de un archivo sobre la guerra civil española, cuidadosamente reunido por Robert Capa, y compuesto por el trabajo de los tres fotógrafos, pero los años iban pasando sin que nadie fuera capaz de hallar un indicio de su situación. Casualmente, en 2007, apareció en México, dentro del armario de un moribundo. La maleta contenía varias cajas llenas de negativos, en número superior a 4.000.

El fotógrafo de LA NUEVA ESPAÑA Marcos León, miembro a su vez de Asociación Profesional de Fotógrafos de Asturias, en la presentación del documental dijo que uno de los fotoperiodistas, «Chim», había estado en los frentes asturianos en compañía de otro gran profesional gijonés, Constantino Suárez, «que incluso vivía cerca de aquí». Mediante un breve reportaje sobre la vida y obra de Constantino Suárez, Marcos León rindió homenaje a un hombre que ha sido una referencia en la proverbial categoría de los fotógrafos asturianos. Y tras este preámbulo, comenzó la tragedia.

Es difícil sustraerse al horror, a la miseria, a la sangre, al hambre... El documento es tan real y tan explícito que ha recorrido el mundo, se han hecho montones de libros. Pero lo más lacerante es asumir que toda aquella penalidad se estaba produciendo en nuestras calles, eran los vecinos de nuestros padres, de nuestros abuelos... Dicen que era la primera vez que en una guerra se bombardeaban las ciudades. Niños muertos en el suelo, soldados abatidos y abandonados en las trincheras, caravanas de refugiados andando hacia el exilio, rostros de miedo, lágrimas... Diversos personajes, desde la pantalla, acusaban a los españoles de no querer mirar atrás, de haber echado un telón sobre una herida que sigue abierta, y en consecuencia las generaciones actuales no saben qué ocurrió. Lejos de buscar culpables, discutidos a perpetuidad, habría que mostrar a plena luz y por mucho que duela, «la maleta mexicana». Para que se abomine de la guerra de una vez y para siempre, para que los españoles sepamos en qué horror fuimos capaces de caer, y huyamos despavoridos de su riesgo.