Javier NEIRA

La Sociedad Filarmónica de Oviedo se reencontró ayer con la música grande y a través, precisamente, de los de casa: la orquesta Oviedo Filarmonía, dirigida por el maestro carbayón Nacho de Paz. Sobre la grandeza indicada baste señalar que ofrecieron tres obras de Mozart, Haydn y Beethoven y siempre muy bien, así que el público, después de aplaudir a rabiar, salió encantado.

Primero «Música para un funeral masónico», que Mozart escribió con sólo 29 años y que, de tanta energía, le salió vital. De Paz, sin batuta, llevó la pieza con delicadeza y hondura, sin duda conocedor de la sentencia de Greither, para quien «de todas las músicas inspiradas en el pensamiento de la muerte es la más conmovedora».

Después, la sinfonía numero 44 «Fúnebre» de Haydn, así que de nuevo tiempo de lutos. Y otra vez la pena se volvió luminosa para Oviedo Filarmonía con un primer tiempo brioso, el minueto marcado y poderoso, el tercero tiempo, adagio -Haydn pidió que se tocase en su funeral- sencillamente precioso y más en la dirección de De Paz, y un final vertiginoso para ganarse la ovación, que automáticamente sonó y bien fuerte. Tras el descanso, la primera sinfonía de Beethoven, explosiva desde los primeros compases con las trompas y la percusión marcando territorios. El andante fue casi alegro con ritmo y los pasajes majestuosos precisos, y después el minueto que, según Berlioz, es «de una frescura, agilidad y gracia exquisitas». Final expresivo y tres minutos de aplausos.