Javier NEIRA

Marionetas, mimos, luces y mucha imaginación, todo subrayado por el pianista José López-Montes, urdieron ayer el espectáculo «La casa flotante», que se ofreció a los niños ovetenses en dos sesiones, por la mañana -organizado para colegios- y por la tarde, a las siete, abierto al público en general, también en el teatro Filarmónica.

«La casa flotante» es el arca de Noé y la compañía granadina «La Maquiné» ofreció más que una versión libre un planteamiento metabíblico, según los postulados de lo políticamente correcto. El anciano Noé fue encarnado por una niña; la maldad de la humanidad, por los atentados a Gea, la madre tierra; la inspiración divina que permitió salvarse a Noé y los suyos fue sustituida por la oportuna ayuda de un pez ecologista, y el arco iris de la alianza perdurable con el Altísimo se redujo a un acuerdo con el pez antes indicado. En todo caso los niños lo pasaron en grande. A los pocos minutos de empezar la representación cogieron confianza y siguieron las evoluciones comentando en voz alta, riendo sin parar y moviéndose con total espontaneidad y frescura. A cambio sus profesores tendrán que redoblar esfuerzos en los próximos días para que los críos conozcan la auténtica historia y naturaleza de Noé.

«La casa flotante» es una coproducción del Teatro del Liceu de Barcelona y del Festival de Música y Danza de Granada, dos de las principales instituciones musicales españolas. Cuenta con el apoyo de la Junta de Andalucía y llegó a Oviedo y a otras ciudades asturianas mediante una colaboración entre la Consejería de Cultura del Principado y de Ópera de Oviedo, que así cumplen con su proyecto de colaborar más allá de lo estrictamente operístico. Jaime Martínez, presidente de Ópera de Oviedo, asistió entusiasmado al espectáculo con buena parte de su equipo.

La escena fue un derroche de simplicidad, agilidad, belleza y ensoñación. Todo enlazó a la perfección con la música que interpretaba el pianista.

La escasez de agua por mala gestión provocó -según el innovador relato- el castigo del diluvio. Noé ayuda a un pez moribundo que agradecido le guía en su aventura de salvación todo con apenas una relatora, un mimo -el propio Noé-, juegos de luces, títeres y bromas excelentemente llevadas en su extrema simplicidad.

A la llamada de Noé acuden un tigre ensimismado, una gallina y sus seis polluelos, un elefante atraído con un cacahuete, un canguro que participa en una carrera de sacos y unos pingüinos especialmente celebrados por la chiquillería. Incluso una pulga, a pesar de la oposición generalizada de los navegantes. El arca sortea la tormenta -muy bien subrayada al piano-, pero no los desencuentros entre el elefante y el ratón o la explosión demográfica de los pitos que quiere zamparse el tigre. El pez salva todos los conflictos y pinta el arco iris. Total, dos actores, dos titiriteros y un pianista para un espectáculo cargado de calidad y excedido de imaginación. El premio, una larga ovación.