Wagner consideraba que la ópera debía ser el espectáculo total. Para el autor de «El anillo del nibelungo», sus dramas musicales buscaban la superior reunión de distintas disciplinas artísticas. A la Fundación Ópera de Oviedo se le ocurrió, a propósito de la celebración de su temporada 2012-2013, tirar de otro hilo: recurrir a un grupo de pintores y escritores para que pusieran en relación su estilo plástico o literario con el «Werther» de Jules Massenet; «Lucía de Lammermoor», de Donizetti; «Turandot», de Puccini; «Agrippina», de Händel, y el «Don Carlo» de Verdi. Y de esa idea surgió «La más bella criatura. Arte y Ópera», cuya exposición completa se puede ver desde ayer, por primera vez, en el Museo Barjola.

La muestra, comisariada por el crítico Luis Feás, reúne las 33 obras que los pintores Federico Granell («Werther»), Consuelo Vallina («Lucía di Lammermoor»), Carlos Sierra («Turandot»), Helena Toraño («Agrippina») y Mojardín («Don Carlo»), dedicaron a una propuesta tan sugerente como de resultados tan satisfactorios. La reunión de todos estos cuadros, que cada artista ya había expuesto individualmente en el Campoamor, sorprende por su calidad y variedad: el pincel romántico de Granell, la emotiva abstracción de Vallina, el expresivo barroquismo sígnico de Sierra, la figuración pop de Toraño y las soluciones conceptuales de Mojardín.

«Se trataba de añadir facetas creativas. Seleccioné cinco artistas para que plasmaran pictóricamente cada uno de esos títulos, pero pidiéndoles que trasladaran su personalidad a la obra, sin caer en la ilustración de las óperas», explicó Feás, sin ocultar su satisfacción por el «entusiasmo» con el que los pintores han resuelto el reto. «Se han metido la ópera por vena y han dado lo mejor de sí, con obras notables en sus trayectorias», añadió.

Lo cierto es que «La más bella criatura» se sostiene, también, como exposición autónoma, más allá del relato que explica su origen. Y tiene, además, un valor cultural y social añadido: la colaboración que ha prestado la Fundación Ópera de Oviedo para que un museo gijonés acoja esta primera salida pública.

«Lydia (Santamarina, directora del Barjola) ha puesto todo su empeño para que pudieran verse todas estas obras juntas, y nosotros encantados», manifestó Alicia Suárez, responsable de relaciones institucionales de la Ópera de Oviedo. «La idea es que la muestra vaya a otros sitios, y empezar en Gijón es importante», indicó Feás. Hay intención de continuar esta experiencia y que otros artistas, fotógrafos por ejemplo, puedan colaborar con su trabajo creativo en otros ciclos operísticos del Campoamor. La cultura asturiana lo agradecería, sin duda.

«Las colaboraciones entre instituciones y artistas son siempre importantes, y más en estos tiempos de crisis», afirmó, por su parte, Lydia Santamarina. La directora del Barjola sabe, por experiencia propia, que los ajustes presupuestarios (las limitaciones económicas estarán ahí bastante tiempo) obligan a replantearse las estrategias culturales de los museos asturianos.

Esta exposición se complementa como un montaje fotográfico y sonoro sobre los cinco títulos de la última temporada de ópera en el Campoamor. «En la exposición, al final, se han producido algunas coincidencias que están muy bien: tres artistas consagrados y otros dos más jóvenes; dos mujeres y tres hombres... En fin, una serie de equilibrios», comentó Feás. La Fundación Ópera de Oviedo incluyó en los programas de esas cinco óperas reproducciones de estas obras, junto a textos de Luis Muñiz, Vanessa Gutiérrez, Ignacio del Valle, Xuan Bello y Alejandro Carantoña.