Javier NEIRA

El bailarín bilbaíno Ígor Yebra, al frente del Ballet de la Ópera Nacional de Burdeos, ofreció ayer un doble espectáculo en el teatro Campoamor verdaderamente maravilloso. La compañía francesa demostró que es de primer nivel; el resultado, un prodigio de sencillez, ritmo, tono y elegancia sobre músicas de la máxima calidad: el concierto número uno para piano de Chopin y el «Carmina Burana» de Carl Orff. El público, que no llenó el teatro, disfrutó de una excelente velada artística. El Ballet de la Ópera Nacional de Burdeos ofrecerá hoy dos espectáculos más, en este caso del gran coreógrafo Balanchine, también a las ocho de la tarde y asimismo en el Campoamor.

El primer espectáculo, titulado «Chopin número uno», se deslizó sobre los dos primeros tiempos del concierto. La grabación era de la pianista Martha Argerich con la Orquesta Sinfónica de Montreal, dirigida por Carles Dutoit, que el pasado lunes dirigió en el Auditorio a la Royal Philharmonic Orchestra. Sobre esa base, dos grupos de siete chicos y siete chicas evolucionaron en mil composiciones, especialmente en una formación sólo femenina que desbordó elegancia y calidad.

En el segundo cuadro Ígor Yebra y Oksana Kucheruk pintaron un largo y sucesivo paso a dos que llenó la escena y desató una gran ovación.

La segunda parte fue para el ritmo, la épica, los sabores antiguos y la fría emoción del «Carmina Burana», de Orff. Una danza sagrada abrió la pieza, seguida de tres parejas sobre una voz declamatoria y la aparición de unos atriles complementarios que contextualizaron la lírica frenética y la alegría de vivir de las bailarinas en torno a esos portapartituras. Oksana Kucheruk estuvo sobresaliente con tres acompañantes y después con Yebra en un pasaje acrobático y sensual, lo mejor de la tarde noche. El tema inicial, tan famoso, cerró el espectáculo, sellado con una larga ovación.