Dar cuerda al movimiento cultural del concejo y difundir la riqueza de una colección inigualable. Con esos dos objetivos abrió sus puertas en julio del año 2012 La Casa del Tiempo de Infiesto, popularmente conocida como el museo del reloj de la capital piloñesa y que de momento parece haber cumplido con creces sus cometidos después de recibir la visita de unas 1.700 personas apenas sobrepasado su primer año de vida.

Si bien los datos no son equiparables a los de otros grandes museos de la región, la asociación Avagar, encargada de la gestión del equipamiento, muestra su satisfacción y no oculta su sorpresa acerca del perfil de muchos de los visitantes. «Tenemos muchas visitas de ingleses, franceses y alemanes y nos llama la atención que estos últimos suelen acudir con traductor», cuenta el presidente del colectivo Pedro Suárez, el cual asegura que, además de las habituales excursiones de escolares, destaca el elevado número de personas especializadas en relojes que se pasan por Infiesto. «Hemos sido visitados por gente importante del gremio, como un ingeniero de la marca Rolex», destaca.

Entre las piezas que más llaman la atención a la gente, los responsables del museo lo tienen claro: un huevo Fabergé que contiene en su interior un reloj del siglo XIX y un despertador-tetera de procedencia inglesa de mediados del siglo XX.

En el caso del primero se trata de un tipo de decoraciones que surgieron por encargo de los zares para contener regalos y que en este caso fue utilizado para portar un reloj de alta gama, constituyendo un pieza de valor incalculable. La segunda pieza centra su atractivo en su utilidad, la cual provoca muchas carcajadas entre los asistentes.

«Hay gente que hasta me pregunta que dónde puede hacerse con uno», apunta Pedro Suárez respecto a un utensilio que permite tener el té listo al mismo tiempo que advierte a su propietario sobre la hora de levantarse.

Unos atractivos que en los últimos meses se han visto reforzados por nuevas piezas interesantes como son varias publicaciones de origen alemán sobre relojería y que unidos a las espectaculares secciones de relojería de torre y ámbito industrial completan una perfecta oferta tanto para los no iniciados que busquen conocer curiosidades sobre el mundillo como de los expertos que quieren ahondar en sus conocimientos. «Algunos coleccionistas se marchan acomplejados», dice orgulloso Suárez.

Pese a todo, los responsables del museo creen que con una mayor promoción podría ser más conocido y desoyen los consejos que les instan a trasladarse a una localidad más grande porque «el museo nació y es de Piloña». Confían que el éxito de visitas (los fines de semana y festivos de 17 a 20 horas o mediante cita previa) ayude a difundir este importante tesoro relojero.