Javier Krahe, genio y figura a partes iguales, llenó prácticamente el teatro Jovellanos, donde paso revista a las canciones de su nuevo disco, "Las diez de últimas", sus últimas diez. Pero no solo esas composiciones: también otras de discos anteriores, incluidos dos bises.

El Brassens de Malasaña se mostró en plena forma en este regreso a un escenario de Gijón, ciudad a la que no se asomaba desde febrero de 2012, cuando actuó en la sala Albéniz. Tan brillante como en las letras de sus canciones estuvo Krahe en los comentarios previos a cada uno de los temas que interpretó anoche, con esa voz grave que Dios le dio -o el diablo- y que se va agravanddo con los años.

Ácido y mordaz, como es costumbre y norma en este cantautor de barbas níveas, exhibió sobre las veteranas tablas del teatro municipal su frecuente discurso vitriólico, donde no faltaron ni la crítica política ni las alusiones a su siempre enemiga jerarquía eclesiástica, a la que dedica "Fuera de la grey", él, que fue perseguido judicialmente por un anacronismo.

El artista fue así hilando canciones, como "Tombuctú", donde relata detalla amoríos con una sueca; o "Mariví", en la que el trovador ingenioso de la desilusión rima impresiones sobre una antigua amante. En " ¡Ay, democracia!" certificó su divorcio con este régimen político en sus actuales -y más desastrosas- circunstancias.

Había ayer en el patio de butacas del coliseo gijonés un público heterogéneo, de distintas edades, pero siempre entregado a la acidez del vino que descorchó Krahe para la ocasión. Gente de edad, de la misma generación que el artista, casi setentón pero bien conservado, conocedora de sus viejas canciones y de las actuales; y también jóvenes atraidos por el mensaje siempre actualizado de este cantautor crápula e impío.

Sonará a broma, pero el músico que toca el contrabajo, del trío que acompaña al madrileño, se incorporó diez minutos tarde al recital. Según contó Krahe a su público, se retrasó porque venía en tren y en el camino el convoy atropelló a una vaca y hubo que parar. ¿Realidad jocosa, ficción hilarante? Quién lo sabe...