A Arenes de Parres llegan muchos turistas que, o bien buscaban las de Cabrales o se guiaron por los dispositivos "GPS" para ir a los Picos de Europa. Éste que se desvía en Ozanes para salir a Cangas de Onís es el camino más corto en kilómetros, aunque discurre por una carretera local mucho más estrecha que la nacional 634. El caso es que muchos paran, ven y repiten la visita, enamorados de este pequeño pueblo de inmejorable ubicación. "Estamos a cuatro kilómetros de Arriondas y a cinco de Cangas de Onís", explica Aurina Díaz, antes de que su hermana Carmen añada que, en tiempo, se encuentran a seis minutos de la primera villa y a diez de la segunda.

La situación de Arenes destaca, además, por las vistas y los atardeceres que se tienen desde sus 200 metros de altitud. Además, quienes llegan buscando los Picos de Europa no tienen que recorrer mucho, pues al sur del pueblo se alza, imponente, la vista sobre la Cordillera. Son 49 vecinos de todo el año, 17 más los fines de semana y otros períodos vacacionales, y "a la gente que viene le cuesta muchísimo marchar, se encuentran muy bien aquí", destaca Carmen Díaz.

Arenes es un pueblo "soleado, tranquilo y muy bien comunicado" que ha atraído, entre otros, a cuatro familias madrileñas que tienen allí casa. La localidad está asfaltada, tiene "agua abundante" y cuenta con servicio de saneamiento, por lo que sus vecinos aseguran que las peticiones para estar mejor son pocas. Anhelan, eso sí, la presencia de vecinos jóvenes, una población que sí tenían cuando en 1960 Emilio Díaz y su mujer, Carmen Fernández, abrieron uno de los dos bares-tienda que había en el pueblo. Este establecimiento continúa hoy abierto, regentado por la misma familia y ya es el único "chigre" del pueblo.

Cuando Díaz era de los pocos que tenían radio en Arenes, la ponía en la ventana de su casa, que entonces daba a la plaza, para que el resto de vecinos pudiera escucharla. Contaba, además, con un tocadiscos con el que organizaban bailes "todos los domingos" en el primer piso de su establecimiento, rememora. Venía gente de los alrededores, de Vallobil, Granda, La Vega, Bada, y bailaban al ritmo del pasodoble, la copla y el vals, "lo típico de las romerías..." Aunque para buena fiesta la que se hacía el primer domingo de mayo para celebrar a San José en la capilla de Romillín, un pueblo vecino con el que Arenes comparte este templo y las escuelas, además de con Les Caseríes. "Antes, cuando no había carretera, la gente traía la cesta de la comida y echaban todo el día", describe Emilio Díaz. Ahora tan sólo se celebra la misa, pues "no hay juventud". En Arenes pasó como en tantos otros núcleos rurales que en los setenta padecieron la emigración de sus vecinos hacia industrias entonces muy prósperas.

Carmen Díaz no se fue ni piensa hacerlo. "En seguida lo echas en falta", asegura esta enamorada de su pueblo y que quisiera ver los cables de la luz soterrados para que no estropeen la fantástica vista. También desea recuperar la idea de "sanear la antigua traída del agua para que no se pierda", la del manantial de La Xarriquina, donde conservan la fuente pública, el bebedero y el lavadero de La Pelarina, que fueron restaurados hace años por el taller municipal de empleo.