Manuel Benavente tiene 90 años y vive en el geriátrico de Laviana. Es natural de Villanueva del Rey, en Córdoba, y al igual que a muchas personas de su generación su vida dio muchas vueltas, tal vez demasiadas. La Guerra Civil marcó sus recuerdos, y la posguerra y la pobreza, su destino. Ahora, con la ayuda de Nacho Granda, un voluntario que imparte un taller de informática en la residencia de Pola de Laviana, ha escrito sus memorias, tal y como "había prometido a mis nietos".

La publicación, de 40 páginas, puede conseguirse en el geriátrico. En la presentación estuvieron, además de Benavente, el diector de la residencia, José Manuel López, Nacho Granda; Lorena Benavente, nieta del autor; y la concejal de Laviana Sara Alonso. En el libro, Benavente narra cómo en su niñez pasó hambre y cómo el miedo al avance de las tropas franquistas, que habían causado "una masacre en Sevilla", le llevó, junto a su familia, a dejar su casa en Villanueva del Rey. La guerra estalló cuando tenía 12 años y su familia se pasó a la zona republicana, al norte de Córdoba. En una huida constante de los combates, la familia llegó, siempre a pie, hasta Puertollano y Almadén. "Siempre evitábamos las zonas muy habitadas, porque si no, a los hombres se los llevaban al frente", rememora Benavente. Por aquel entonces "vi muchos muertos en los caminos. estaban ahí tirados, algunos ya secos, en los huesos".

Cuando finalizaron los combates y regresaron a su casa, había sido ocupada por los militares, que la usaban de cuadra. Pese a todo, pudieron recuperarla, pero, al limpiar la paja, encontraron "una bomba de mano, de las italianas". Al haber estado en la zona republicana, su familia apenas encontró trabajo en la construcción, que era su oficio. "En la panadería había dos colas, una para los nacionales y otra para los rojos. Se servía primero a los franquistas y, si quedaba pan, nos lo daban. Uno de sus recuerdos de posguerra es el del hambre y la pobreza, generalizada, y de la escasez de trabajo. "Plantábamos los viñedos, a real el hoyo, hacíamos trabajo en el campo... pero era muy poco y se pasaba mal". Tras casarse con Concepción Ortiz, que era de su pueblo, decidió ir a buscar mejor fortuna. Unos vecinos, que habían ido a trabajar a Asturias, le confirmaron que en la región había mucho empleo, tanto en la construcción, como en la mina.

Su primer destino en Asturias fue Avilés, donde tenía trabajo, pero no casa, porque "la vivienda estaba realmente cara. Vivíamos como en cuadras". Así, Manuel Benavente relata que "en el sur tenía casa y no trabajo, y aquí tenía trabajo, pero no casa". Al final, le recomendaron irse a "la cuenca minera, porque había mucho trabajo y las casas eran más baratas". Empleo lo encontró rápido, en el exterior de la mina Veldelospozos (Blimea). De allí acabó en el pzo Villar, donde "fui caminero". En esa época, 1957, estaban llegando a la comarca muchísimos emigrantes, "gente que estaba como nosotros, de todos sitios: de Jaén, de Córdoba, de Extremadura". La casa la encontró en el barrio de Tetuán (Sotrondio), pero tras la construcción de la barriada de Barredos, logró una vivienda en ella.

Con su mujer, que murió hace pocos meses -Manuel se emociona al hablar de ella- tuvo cuatro hijos, Manuel, Juan, Conchita y Antonio, aunque el pequeño "murió de joven", en 1984. A Benavente le quedó la espina clavada de no lograr que alguno de sus hijos "estudiase. No teníamos familia aquí, había estrechez económica y después del instituto tuvieron que trabajar". Una situación que ha cambiado con sus nietos -cuando habla de ellos sus ojos brillan-, porque "una es neuróloga en Oviedo, otra fisioterapeuta en Francia, otra maestra, está en Dinamarca, y el pequeño, en la Academia Militar de Zaragoza". Hay cosas, eso sí, que ni el paso de los años cambian:

-Usted tuvo que irse a trabajar lejos de su casa, a alguno de sus nietos le ha pasado lo mismo...

-Es verdad, hay que trabajar siempre, donde se pueda. Son muy buenos y cariñosos conmigo.