"Cuando mis abuelos eran pequeños, la vida era mucho más dura que ahora" porque "iban caminando a la escuela, que estaba a dos kilómetros, y hacían el trayecto cuatro veces, así que en total caminaban ocho kilómetros". Ésta es una de las conclusiones a las que llegó Iván Pérez en su trabajo "Cómo cambiaron les coses", con el que quedó segundo en el II Concurso de redacción escolar Círculo Amigos de Nava. Concluye que "eran más sufridos". Su abuela, Margarita Devesa, le relató que los niños tenían que trabajar duro antes de ir al colegio. Comodidades, también había pocas y, por ejemplo, cuando no tenían jabón recurrían a la ceniza, con la que también lavaban los dientes. La higiene dejaba bastante que desear y bañarse en el río por el verano era una forma de garantizar el aseo. Pero en invierno se complicaba más. El trabajo en el campo, al mecanizarse, es actualmente más llevadero.

En sus "Recuerdos de Cesa", Guiomar Ornia, la ganadora del certamen, relata, a través de su abuela, Mari Suárez, cómo era la educación por sexos. Además, a ellos, por las tardes, les enseñaban manualidades de madera y arquitectura y a ellas, costura y labores domésticas. Mari Suárez también le confesó que "un recuerdo malo" que tiene de su niñez es cuando la operaron de amígdalas y vegetaciones sin anestesia. Esta alumna de cuarto de la ESO recoge que en aquellos años -a principios y mediados del siglo pasado- no había ni carretera, ni luz, ni agua ni teléfono. La llegada de la luz y la traída de agua a las casas fueron, para Mari Suárez, dos de los grandes adelantos de entonces.

Carmen Pandiella le contó a su nieto, Xurde de Luis Canto, cómo era la Nava de los años cincuenta del siglo pasado. Recuerda que el trabajo era duro, para los niños y, más, para los adultos. Rescata oficios tradicionales, casi desaparecidos, como cesteros, madreñeros e ingaceros, que iban al mercado de Nava a vender sus productos. Añade que en la plaza había mutilados de guerra vendiendo coplas escritas en papeles de colores y que hasta que se recuperó la iglesia tuvieron que usar el llagar de Segundón como templo. Xurde de Luis enumera los negocios que había en Nava en los cincuenta, entre los cuales destacaban por número las casas de comidas, lagares y modistas.

José Luis Corugedo le relató a su nieto, Guillermo Fernández, la dureza de trabajar en el monte, atendiendo al ganado. Sólo bajaba a casa una vez a la semana a por comida. Y Paco Fernández le contó a su nieto, Pablo Martínez, las penurias de la Guerra Civil, cómo huían a refugiarse cuando sonaban las sirenas que alertaban de los bombardeos y lo "destrozados" que quedaron los pueblos. Entonces, antes de que taparan el río, en Nava había cinco puentes.