San Blas siempre juntó a los vecinos de Riberas (Soto del Barco) para hacer bollinas con las que pasar un trago dulce y, de paso, pedirle al santo favores para proteger la garganta. Durante décadas, los residentes se reunían la noche antes de la onomástica para elaborar estos productos, que luego vendían en la fiesta. Ahora, con las celebraciones trasladadas al fin de semana han abandonado la tradición, pero el pueblo sigue fiel a su postre, que se hace en cada casa y en los comercios. "En estas fechas siempre nos acordamos de esta costumbre", comenta María Dolores Fernández.

Para no olvidar su pasado repostero en común, la asociación cultural "El Trichorio", que organiza los festejos, tiene programado un concurso de bollinas mañana. Harina, agua, vino blanco, aceite, y levadura para la masa; y nuez, anís y azúcar para el relleno. Esos son los ingredientes que necesitarán los participantes para hacer el postre en casa, que deberán entregar en la carpa de la fiesta entre las once y las doce de la mañana.

Hoy ya habrá celebraciones en la localidad con una verbena nocturna a cargo de las orquestas "Vivians" y "Tekila". El próximo miércoles, día de San Blas, habrá misa solemne a las 12.30 horas y después, comenzará la venta de bollinas en los negocios del pueblo. "El día de San Blas viene mucha gente de la comarca a comprarlas, ya que se pueden adquirir en el bar o en la carnicería", detalla Juan José Galán.

Los vecinos echan de menos aquellas largas noches previas al día de San Blas cuando se juntaban en el centro social para hacer el postre. "Unas salían de una manera y otras de otra, pero lo pasábamos muy bien. Después, por la mañana se llevaba café para desayunar", comenta Fernández.

Aquellas madrugadas ya no se viven en Riberas, pero los vecinos enseñan a los más pequeños a cocinar. Soraya Galán dio buena muestra del dominio del rodillo ayer, aunque reconoce que lo más difícil es amasar porque hay que hacerlo con fuerza. Después, rellenó cada trozo de masa y lo cerró con una taza y un tenedor, para sellar la bollina. Y de ahí, al aceite de girasol, bien caliente, hasta que se pongan doradas.

Una vez fuera, se rocían con azúcar y están listas para degustar. Y, ayer, en Riberas no quedó ni una bollina en la fuente, todos probaron y analizaron su sabor. Seguro que alguno tomó un par de ideas de las mujeres del pueblo para sorprender en el concurso de mañana.