"Nunca ha habido una generación como esta". Lo decía uno de los componentes de la quinta de estudiantes que hace 50 años (1966) concluyeron sus estudios de Bachiller en el Instituto Alfonso II. Y lo hacía mientras la veintena de antiguos alumnos se colocaban en las escaleras del centro educativo para realizar la protocolaria foto de familia tras una visita por el instituto. Todos sus antiguos camaradas de armas le dieron la razón. Un rápido vistazo a la lista de nombres que componían aquella promoción confirma lo dicho: profesores de universidad, médicos, empresarios de éxito, intelectuales... "Una de las primeras reuniones la hicimos con motivo del 25 aniversario de la promoción", explicaba ayer el empresario Guillermo González-Pola, uno de los promotores del encuentro. Aquella cita de hace un cuarto de siglo sirvió para que esta generación retomara en muchos casos el contacto perdido, estableciendo el encuentro de forma alterna "cada tres o cinco años". "Menos yo", bromea González-Pola, "es una generación de figuras".

Los exalumnos del Alfonso II de esta quinta, muchos de ellos ya jubilados, aprovecharon la visita al instituto que durante más de un lustro los vio crecer y formarse para recorrer parte de sus instalaciones, desde el salón de actos, algunas de las aulas donde convivieron y la biblioteca.

Tras el paso por la "academia" de la calle Santa Susana esquina con Calvo Sotelo, la fiesta se trasladó a un restaurante del centro. Allí, además de los presentes en el recorrido, estaba previsto que se uniera el cirujano Augusto Pérez García. Y a todos ellos les esperaba uno de esos menús que los clásicos califican de "largo pero estrecho". Para abrir boca langostinos en tempura de lima y suave ali oli, calamares fritos, coca de berenjena y hongos al provolone y wok de verduras con salsa thai. Y para seguir dos opciones: solomillo al foie con crema de manzana y merluza al pincho con rissoto negro. La generación de oro cerraría el ágape con brownie de chocolate y una infusión de fresas al cardamomo.