La improvisación no es solo propia de la música jazz, pero sí es una parte muy importante de este género musical. Permite "jugar" con las armonías y las bases rítmicas sin salirse de un esquema y "es muy abierta", explica Alejandro Lafuente, "Lafu", director de la semana del jazz de Candás a la hora de referirse a los talleres de improvisación que comenzaron ayer. Este certamen, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, ha conseguido reunir en Candás a diecinueve alumnos de diversas edades que quieren aprender a mejorar sus técnicas de improvisación.

Lo hacen con diferentes instrumentos que van desde los vientos hasta la batería, pasando por la guitarra.

"Por primera vez tenemos un gaitero, Tever", indica Lafu, momentos antes de abrir la puerta de una de las aulas del centro de La Baragaña en la que el guitarrista Gio Yáñez explica una de las actividades del taller. En el siguiente cuarto, el baterista Jorge Cambareli marca el ritmo con dos baquetas al tiempo que dos niños comienzan a tocar "Cantalupe Island", uno de los temas más conocidos del jazz obra de uno de los históricamente grandes del género, Herbie Hancock. Los cursos están dirigidos por el músico Xaime Arias.

"Por lo general los alumnos suelen repetir. Por ejemplo, hay un mozo de Bilbao que lleva tres años seguidos viniendo a Candás", indica Alejandro Lafuente, también profesor de la Escuela de Música de Candás, que pasa a comentar que el jazz permite "jugar" "entre el rock más salvaje y la música más delicada". Y entre nota y nota, los alumnos y profesores improvisan, juegan y fomentan la creatividad de esos músicos "que son capaces de hablar sin leer" una partitura y que, sobre un esquema, dejan deslizar sus dedos por las cuerdas, pistones o con sus baquetas en mano para crear una música "que no es más que la expresión personal" del artista.