Con el calor apretando en toda la región y temperaturas con máximas que llegaron a sobrepasar los treinta grados en Langreo, la jornada de ayer no parecía la más propicia para degustar una fabada. Sin embargo, cuando el plato lo merecen poco importan las condiciones meteorológicas. Eso mismo debieron pensar en Tuilla, donde siguen de fiestas. Los festejos se centraron ayer en la organización una fabada popular que tuvo una espléndida acogida.

Un total de setenta raciones se repartieron entre los asistentes, que desde las dos y media de la tarde pudieron degustar la comida asturiana por antonomasia, de la mano del cocinero Julio Menéndez. No hay calor ni frío cuando se trata de comer y si encima es una fabada lo que está en el plato no puede rechazarse. Por eso la satisfacción de los organizadores se dejó notar. Según Tamara Melero "la gente haga el tiempo que haga, come, y más si es fabada". La organización de esta comida es un clásico en los festejos de la localidad y, aunque reconocen que ha habido "un poco menos de gente con respecto a otros años", las conclusiones son muy positivas: "Estamos muy contentos de la acogida que han tenido las fiestas"

"Repartimos unas setenta raciones pero siempre hacemos alguna más por si queda algún rezagado, que también pueda comer", explica Melero. Eso sí, para poder asistir era necesaria la previa reserva. Ayer la jornada se inició con el sonido de los voladores. La acogida fue buena incluso después del ajetreo del día anterior, que se había ocupado con la celebración de la jira. Todavía hubo fuerzas para despedir las fiestas por todo lo alto. A partir de las doce del mediodía se celebró la tradicional "puya'l ramu", en el patio del colegio.

La misa también tuvo su espacio en la despedida. En la sobremesa se celebraron los típicos campeonatos de tute y parchís. Una jornada completa que puso el broche de oro a las fiestas de Tuilla.