Caía la noche en Gijón y de pronto se apareció Federico García Lorca (1898-1936). En poesía, música y alma para conmemorar los 80 años de su asesinato a manos del bando franquista en los primeros compases de la Guerra Civil. En el mismo lugar en que 86 años antes el literato de Fuente Vaqueros compartió su cultura con los presentes en el café contiguo al teatro Dindurra, hoy Jovellanos, tras impartir una conferencia sobre "Arquitectura del cante jondo", invitado por el Ateneo Obrero. Como jondo fueron ayer los versos que, entonados y cantados, repasaron en su memoria.

La poetisa Laura Fjäder, leyendo a José Ángel Valente, fue la encargada de romper el hielo ante el numeroso y atronador público que se congregó en el café Dindurra para oír a Lorca por voz de otros poetas. Tras las palabras de Fjäder tomó protagonismo la improvisación, sin papeles delante, de Juan José Ceba, el alma del encuentro lorquiano. Ceba tildó de escalofriantes sus versos que el genio de Granada firmó durante su estancia en Nueva York. "Comprendí que me habían asesinado. Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias, abrieron los toneles y los armarios, destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. Ya no me encontraron". Premonitorio cuanto menos.

Y así se sucedieron las aportaciones, no sin dificultad por la megafonía, de un nutrido grupo de amantes de la poesía que con su voz quisieron mostrar sus respetos al autor de "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías". Por su parte, Nacho González repasó lo que fue la estancia de Federico García Lorca en Gijón. "Llegó un 13 de diciembre a las once y media de la mañana del día siguiente impartió la conferencia aquí al lado", apuntó González señalando la puerta que comunica la cafetería y el teatro. Antes, en las mesas más próximas a la puerta -recordó- estuvo sentando, tranquilo, antes y después de su ponencia ante un nutrido grupo de miembros del Ateneo Obrero. "Las reseñas del encuentro no salieron hasta varios días después porque la visita de Lorca a Gijón coincidió con una huelga general", apuntó como anécdota Nacho González.

La parte musical llevó la voz del cantautor madrileño Pablo Santamaría junto a Miguel Ángel Fernández Ludeña y María Eugenia González, voces del coro de la catedral de Oviedo. Santamaría puso su propia música a poemas como "El lagarto está llorando", "Los reyes de la baraja" o "Preciosa y el aire", entre otras versiones como "El café de Chinitas".