A la veigueña Carmen Prieto le enseñaron sus padres a honrar a la Virgen de Pastur. Durante la enfermedad de su marido, todos los 8 de septiembre hizo el camino que separa su casa de Piantón del santuario de Illano para pedir salud. No fueron kilómetros fáciles, pero al llegar al templo siempre sintió alivio. "Le contamos lo que nos pasa y nos sentimos mejor. Es nuestra cita", asevera. Ayer acudió a la cita de Pastur como lo hacen centenares de personas, con el fin de encontrarse con la talla que veneran y hacer una ofrenda. "La Virgen espera siempre", explica Oliva Martínez, de Castropol.

A la Virgen de Pastur se atribuyen milagros desde hace siglos. Hoy son pocos los que quieren hablar de estas obras razonadas en lo divino, pero nadie duda de ellas. Arsenio Álvarez, vecino de Villar de Pastur, asegura que "por la zona cada uno tiene su versión". Él no deja de faltar al encuentro por cercanía, por los recuerdos que le trae y porque la fiesta es "su fiesta". Este hombre es además una pieza fundamental: el encargado de subirse al tejado del santuario para tocar la campana mientras la Virgen pasea en procesión. No hay cuerda ni tampoco miedo a la altura. "Hay que hacerlo por la Virgen", indica.

El encuentro de ayer fue para todas las edades. Hubo misas cada hora durante toda la mañana y también familiares comidas campestres. La treinteañera Marta Monteserín, de Castropol, visitó el templo tras décadas de ausencia. Este año lo hizo la benjamina de la familia, Antía Maguilla, de sólo cuatro meses. "Revives la infancia", destaca Monteserín.