"Vamos a seguir aquí hasta que llegue un relevo y creo que ese relevo llegará con nuestros hijos", sentencia Carlos González, presidente de la asociación de festejos de Solís. Las fiestas de la parroquia, las de San Justo y Pastor, se han ganado un sitio especial en el nutrido programa de celebraciones de la región gracias a su originalidad. El "Rural Prix", la carrera de "pantalones gachos", la subasta del de escanda y de la cabra nipona y la presentación del rey del váter y la reina del bidé, son algunos de los encantos de su fiesta.

Hace unos días, la comisión formada por quince personas y sus familias se reunieron para hacer balance de las fiestas y empezar a preparar las siguientes, rodeando a dos grandes paelleras para "que la fiesta no pare". Puede que el año que viene se arranquen con una arrozada, porque es así como les surgen las ideas: "Los viernes la fiesta era un poco más floja, así que traíamos comida para nosotros, para montarnos nuestra celebración. Hace dos, hicimos unos chuletones que nos salieron ricos, así que el año pasado decidimos que la mejor manera de dinamizar el viernes era hacer chuletones para todos y ahí lo montamos, a cinco días de la fiesta. Este año ya pusimos 70 chuletones", apunta Héctor Prado, otro de los integrantes de la comisión organizadora.

"Somos un grupo de amigos que no querían que la fiesta se perdiera. Andamos juntos desde pequeños y ya por aquel entonces ayudábamos a los anteriores miembros de la asociación, recogiendo vasos, con el torneo de fútbol... así que no teníamos más remedio que seguir", explica Patricia Rodríguez. Las fiestas les cuestan tiempo de sus vacaciones y hasta dinero, pero están convencidos de que no van a dejar de idear novedades para que cada año haya más gente. "Este año el prao se nos saturó el sábado, hay gente que viene de diferentes puntos de Asturias a nuestras fiestas y esto no se puede perder", afirman.

Para organizar las fiestas de San Justo y Pastor colaboran mano a mano con la asociación de vecinos "Santa María" de Solís, que se encarga entre otras cosas de organizar la procesión desde la iglesia hasta la ermita de Solís. "La procesión también se ha renovado y estamos intentando que la gente se vista de forma tradicional", explican los miembros de la comisión. "La verdad es que tenemos la suerte de que el pueblo colabora muchísimo económicamente, otras comisiones se sorprenden", señalan.

Una muestra de ello es la subasta tras la procesión, donde se puja por los panes de escanda, bendecidos durante la peregrinación. "Este año batimos récord, se pagaron 110 euros por uno de ellos", recuerda Roberto Laucirica "Smaily".

Este año por ejemplo, recuperaron la carrera de pantalones "gachos", una tradición que según ellos no se debió perder. "Somos gente seria, que nos preocupamos por que todo el mundo disfrute de las fiestas, sin ninguna contraprestación, pero es que tenemos mucha guasa y disfrutamos de esto", afirma González. Han intentado que la fiesta sea de interés turístico regional, de momento no lo han conseguido, pero "todo se andará".