La Cofradía del Santo Entierro de la Sardina lleva más de treinta años en el candelero más festivo del mundo. "Pero ahora andamos mayaos", bromea Chus Rodríguez, uno de sus integrantes más preclaros de la organización celebrante del Antroxu de Avilés. "Tamos mayores, pero aquí seguimos, honrando a nuestra musa, 'La Monstrua' de Favila", declara, delante de la estatua. "Más si cabe hoy, en una jornada como esta, con los jabalíes campando a sus anchas", continúa, en alusión a la noticia de que los cerdos salvajes se dejan ver ya hasta en el parque del Muelle. "Estamos en contra de las batidas, los queremos cocinados", apostilla Teo Siñeriz, el otro fundador de una de las instituciones más tradicionales del Carnaval local. "Lo advertimos: la cosa empieza el miércoles. Vamos a estar una semana de fiesta: todos a disfrazarse", añade Siñeriz, que es el Testamenteru de la Sardina.

"A mí me ha costado un riñón llegar hasta aquí", se ríe Rodríguez, convaleciente de una operación en ese sitio. "Nos lo comimos: estaba macerado en vino y sidra. Y no teníamos jabalí. Estaba salado", salta Julio Tablizo, el gaitero de la Cofradía, encargado de poner música y atraer al personal a la esquina de las calles de Carreño Miranda y La Estación. "Es cierto que hace años nos fartucábamos aquí mismo, en Sabugo, pero las cosas están mal. No hay más que ver lo que nos pasó el año pasado, cuando el Testamento: tres bares que habían sido reyes del Goxu estaban cerrados el Miércoles de Ceniza. No puede ser", se indigna Siñeriz que sabe que tres décadas guardando las esencias de la fiesta avilesina por excelencia cansa. José María Herrero, "Herrerín", por ejemplo, se perdió la sesión de ayer. "Anda mal", aclaran sus compañeros. "Herrerín" es un elemento crucial en el Desfile del Santo Entierro: vestido de general y de mala leche, pero de perenne sonrisa, repartiendo sardinas arenques.

Los treinta años reivindicativos son una escuela de memoria larga. Lo dice Siñeriz, que tiene entre sus responsabilidades, componer los versos del Testamento de la Sardina, el repaso de la actualidad más ferviente. "Vaya, por fin están los sindicatos encerrados en el Ayuntamiento", dice. "Les costó", apostilla. "En esta ciudad siguen pasando las mismas cosas que siempre", se lamenta Siñeriz, que dice que tiene que charlar muy seriamente con la Sardina para ver cuáles son las últimas voluntades del pez que cierra el Antroxu. "Le tengo que proponer crear una empresa de emigrantes ilegales de los buenos. Nos vamos todos a la frontera de México y empezamos a currar en el Muro de Trump, pero seguimos adelante, luego recorremos la costa del Pacífico, Canadá y el Atlántico. Y así se queda él del lado de allá y nosotros del acá. Y los ilegales y todos los demás nos vamos todos a tomar unas sidras", concluye.

Los integrantes de la Cofradía de la Sardina deciden pasar a la ceremonia de honor de "La Monstrua": posar junto a la escultura. Y así lo hacen: para la prensa y también para ellos mismos. Cada uno saca su teléfono móvil, que hay que recordar que, aunque "mayaos", siguen al pie del cañón, que son los que anuncian con turutas la llegada de la fiesta más popular de todas. Tan mayados como para iniciar la jornada con café con leche. "Uff, el vino...", bromea Chus Rodríguez, siempre bajo esas gafas de sol que ocultan desgaste, aplausos y años recorridos. "Tenemos que preparar el artilugio del Descenso de Galiana", les recuerda Teo Siñeriz como llamando a retreta. Lo están construyendo en la nave de la ría.

La fiesta, como dicen ellos, está a la vuelta de la esquina. El miércoles es el día de Llaranes. Murgas por las calles del poblado. Luego viene la tarde y la noche de Comadres y a partir de ahí la coronación, el descenso y todo lo demás. "A ver si para entonces tenemos controlados a todos los jabalíes de Avilés", vaticina Rodríguez.