En el barrio de Laviada se vivió ayer una pequeña peregrinación. Tras la misa de mediodía, los feligreses emprendieron la marcha desde la parroquia de La Resurrección hasta el colegio público del barrio, donde se celebró, como hace más de tres décadas, el rastrillo solidario de la parroquia, Allí el párroco Silverio Rodríguez Zapico cambió el púlpito por el micro y la homilía por las ofertas del día.

"Hace varias semanas que pedimos a los feligreses que fueran donando alguna cosa para el rastrillo", aseguró Rodríguez Zapico, "la gente y los comerciantes de la zona hacen un enorme derroche de generosidad, hay incluso quien me dice: 'Mira, ya tengo esto guardado para donarlo' meses atrás".

Así, con la ayuda de más de medio centenar de voluntarios y la generosidad de los feligreses, la parroquia consigue reunir una pequeña cantidad de dinero. "No se pide por pedir, es simplemente para subsistir", aseveró el párroco, aunque la gran parte de lo recaudado va dedicado a proyectos concretos de beneficencia. "Todas las semanas repartimos comida entre los más necesitados", explicó Rodríguez Zapico, además de "ayudar a quienes no pueden ni siquiera pagar la luz o la renta".

Sin embargo, para el párroco lo más importante no es la recaudación. "Este rastrillo no es algo mercantilista, eso es solo el pretexto para conformar un punto de encuentro", analizó Rodríguez Zapico, "lo que más nos satisface es poder reunir a la gente, que pasen un buen rato y se diviertan, que la parroquia tenga presencia en el barrio", no en vano "durante todo el año la gente me va diciendo que tiene ganas de que llegue el primer fin de semana de marzo para acudir al mercadillo". Muestra de ello es el gentío que se agolpa en la pequeña barra improvisada, para tomar un café, un vino o un caldo. No obstante, "el puesto estrella es 'El Rincón de las Delicias'", como explicó el párroco, donde "cada voluntaria hace lo que sabe, una marañuelas, otra un bizcocho, otra una empanada, y la que no echa una mano sirviendo".

Pero no solo comida hay en el rastrillo solidario de La Resurrección: libros, artesanía, bisutería, complementos, textil y un largo etcétera. Una de las mesas con más claros es la de Ana Ordóñez. "Ya casi no queda nada, se ha vendido casi todo", argumentó, colocando alguna de las pocas muñecas fofuchas que le quedan. "Llaman mucho la atención, la gente valora que estén hechas a mano, artesanalmente", analizó Ordóñez, "mucha gente me pide si se las puedo personalizar con sus profesiones, o de cara a bautizos o comuniones", caso en el cual Ordóñez cose los vestidos a imagen y semejanza de los modelos originales. "Tardo desde un día a cuatro o cinco, dependiendo de la dificultad sobre todo del vestido", enfatizó Ordóñez aunque "entretiene mucho, es una terapia sin medicina", concluyó.