San Cristóbal es uno de los lugares predilectos de los avilesinos (y los no avilesinos) para disfrutar de la buena mesa. La parroquia avilesina se ha convertido en un imán para quienes buscan dónde pasar unas horas de asueto gracias a su oferta hostelera, que toca todos los palos: sidrerías, cachoperías, marisquerías y cocina de autor. "Es un lujo venir a San Cristóbal, disfrutar de una buena comida y, después, poder dar un paseo sin cruzarte con apenas coches", manifiesta Arturo Candás, un ovetense que en cuando sale un rayo de sol reserva mesa en San Cristóbal. Su caso es el de muchos asturianos que tienen en esta parroquia la atalaya perfecta para divisar el Cantábrico.

Los hosteleros están satisfechos. Por eso no dudan en afirmar que si se abrieran más establecimientos, más que competencia sería un beneficio. Francisco Javier Fernández lleva, por ejemplo, casi seis años al frente de A Fuego Lento. Este amante de la cocina nunca se imaginó regentando un local en San Cristóbal. "Pero tenía ganas de tener mi propio negocio, me hablaron de este sitio y comenzamos la aventura", dice. Entre sus clientes tiene a muchos paisanos del barrio, pero también, y cada vez más, a mucha gente de fuera. Sus platos son "de autor", pero a precio ajustado. "Los hosteleros que trabajamos en San Cristóbal no nos hacemos competencia, nos compenetramos. Por eso estoy seguro de que con más locales nos iría mejor a todos", dice este hombre que oferta servicio de taxi a sus clientes los fines de semana por aquello de no coger el coche para volver a casa.

A Rubén Castresana nadie le conoce por su nombre sino como "Patxi", el hombre que "santificó" el cachopo. Llegó a Avilés en el año 1999 a colocar la grada del polideportivo del Quirinal y la ciudad le dejó buen sabor de boca. "Regresé a Bilbao, de donde soy, y decidí volver a Avilés para trabajar en la hostelería. Ya lo había hecho de chavalete", explica. En la comarca avilesina anduvo por un sitio y por otro, y en varias ocasiones tuvo las maletas hechas para regresar al País Vasco. Pero en 2008 decidió abrir "Casa Patxi" con un socio, del que se separó tiempo después. Así comenzó la aventura del cachopo. "Tenemos catorce diferentes y varios premios. Una vez al mes solemos organizar 'San cachopo' poniéndolos todos a diez euros", señala Castresana, que se ha hecho tan avilesino que ahora patrocina al Real Avilés y también al Bosco. ¿Sus clientes? "Tenemos familias de San Cristóbal, jóvenes de Avilés y gente foránea", precisa.

"Casa Falo", en la calle La Garita, destaca por su oferta de pescados y mariscos con una vista de lujo a la bahía de Salinas. El restaurante "cuelga" de la atalaya de San Cristóbal, lo que atrae a numeroso público, sobre todo los fines de semana. Casa Corredoria es otro local de San Cristóbal, un bar con la esencia que tienen "los de toda la vida" y donde se pueden tomar unas sidras acompañadas de sardinas a la parrilla.

San Cristóbal se ha convertido así en una especie de merendero cuya fama trasciende fuera de las fronteras comarcales. "Nosotros, siempre que podemos venimos. Entre otras razones porque aquí los críos pueden jugar sin peligros", concluye Carla Álvarez, de Gijón.