"A Lluís Companys le daban ataques de ira cuando no se hacía su voluntad y era terriblemente celoso". El sociólogo Javier Barraycoa, autor del libro "Los (des)controlados de Companys", realizó ayer un retrato poco amable del político y abogado de ideología catalanista y republicana, líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), ministro de Marina de España en 1933 y presidente de la Generalitat de Cataluña desde 1934 hasta 1940.

El Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA acogió la conferencia titulada "Companys: ¿Mártir o verdugo? La persecución religiosa en Cataluña en 1936", en la que Barraycoa, que fue presentado por Leopoldo González y María Cuervo-Arango, presidenta de la Comunión Tradicionalista Carlista, aseguró que Companys era "un personaje histriónico, del que se sospecha que dio el visto bueno al fusilamiento de los hermanos Badía, líderes natos de ERC, porque uno de ellos estaba enamorado de la misma mujer que él".

Barraycoa también calificó al líder catalanista de "mujeriego empedernido y traidor a muchos de sus amigos". Una de sus aficiones era el espiritismo, hasta que comunistas y militantes se lo desaconsejaron. "Le encantaba ser aclamado por las masas y hablar a través de un micrófono".

A juicio de Barraycoa, "el separatismo necesita un mito y sólo tienen a Companys, que fue jugando y pactando con todos, desde anarquistas hasta estalinistas, y traicionó a amigos íntimos como Rebertés o Casanova". El 4 de agosto de 1936, Companys logró que el Parlamento autonómico aprobase un decreto cediendo al Gobierno todas sus competencias. "Así dio un golpe de Estado del que apenas se habla".

Al final de su vida, cuando fue detenido por la Gestapo y deportado a España, se interesó por la religión que antes había despreciado. Antes de morir fusilado y convertido en un mártir, confesó y comulgó. Barraycoa afirma que Companys fue un hombre desastroso para Cataluña. "Los más radicales desconfiaban de él. Pensaban que no era plenamente catalanista".