Los niños de los campos de refugiados apenas tienen para comer, mucho menos para jugar. Pero la imaginación no tiene límites y en Haití, después del terremoto que asoló el país, se ha hecho muy popular una modalidad de competición con botellas de plástico usadas. A falta de balón, cualquier cosa es buena para echar a rodar la ilusión infantil. Esta peculiar forma de entretenimiento ha llegado a Gijón, que albergará este curso el I Torneo Mundial de "fútbol-botella", en el que está previsto que participen, de momento, cinco colegios: La Corolla, el Jacinto Benavente, el Cervantes, el Begoña y el Elisburu.

Los centros trabajan ya, liderados por los alumnos y profesores de La Corolla, en la puesta en marcha de una actividad que, por encima de todo, busca sensibilizar a la sociedad y recaudar fondos destinados a la educación en los campos de refugiados. Hace ya meses que los niños se han ido formando en lo que supone para los refugiados más jóvenes la vida en los campamentos, en los que cualquier cosa es buena cuando no se tiene de nada.

El sueño de hacer una competición internacional de "fútbol-botella" nació de hecho entre los pequeños Haitianos, como explica la profesora Sonia Segarra. En Gijón han recogido el guante y el próximo mes de junio habrá niños jugando esta modalidad para construir un mundo más justo.

El trabajo pasa ahora por la difusión de la actividad, con la organización de una exposición sobre este juego que tendrá lugar en la Biblioteca Jovellanos. Además, los alumnos trabajan en el desarrollo de un producto que se venderá para recaudar fondos con destino a los campos de desplazados a través de la organización no gubernamental Oxfam.

Además, los escolares gijoneses se han puesto manos a la obra para la creación de kits de "futbot", esto es, botellas de plástico usadas que se reciclarán para jugar al fútbol y que llevan en su interior un mensaje con las normas del juego, las dimensiones del campo y la duración del encuentro. En el colegio Jacinto Benavente ya han construido porterías y han empezado a practicar para afinar la puntería.

Un derroche de solidaridad para compartir con los que menos tienen, y una forma de hacer ver a los más pequeños que, por complicada que sea la situación a la que se enfrenten, siempre triunfan las buenas ideas como un gol por la escuadra.