"Los universos paralelos", la obra de teatro que se estrena mañana a las 20.15 horas en el Palacio Valdés de Avilés, es un reto a gran escala: para el autor, David Lindsay-Abaire, porque el texto aspira a hacer ver al público que la vida puede prevalecer sobre la más dolorosa de las muertes; para el director, David Serrano, porque hay que hilar muy fino para adaptar el texto original estadounidense a las peculiaridades de una familia española; y para los actores, porque se trata de una obra de diálogos complejos y personajes muy poliédricos. Pero, como pasa con todos los retos, o se aparcan o se coge el toro por los cuernos; y Serrano decidió llevar a escena la historia: una familia pasa por el más terrible de los trances -perder a un hijo- y en pleno duelo desnudan sus sentimientos, sus miedos y resentimientos para, finalmente, cerrar la herida y declarar ganada la batalla en nombre de la vida.

Se trata de una historia tan humana, y supuestamente tan bien contada, que según reveló ayer el director de la función un psicólogo especialista en apoyos a familias traumatizadas por algún tipo de pérdida que vio hace pocos días un ensayo les manifestó que, a su juicio, la obra podría ser incluida como parte de sus terapias. Y esto enlaza, para satisfacción del elenco de "Los universos paralelos" con ese valor que se le presupone al teatro como espectáculo terapéutico, una comunión entre los que ven y los que actúan y que sirve para que los primeros salgan conmocionados del teatro cuando cae el telón.

Serrano, un habitual del Palacio Valdés -"no es broma, yo si no estreno en Avilés no hago teatro", dijo ayer- asegura que la obra que inicia mañana su andadura nacional en la ciudad "está basada en uno de los mejores textos que leí en los últimos 25 años; aborda en clave de drama una cuestión especialmente espinosa -la pérdida de un ser querido, ¿a quién no le ha pasado?-, no renuncia en ningún momento al humor como válvula de escape emocional y logra llegar a un final optimista". Según el director, "el mensaje es claro: siempre hay una salida, siempre hay una ventana que se puede abrir para que entre la luz, siempre hay algo a lo que aferrarse, la vida prevalece si queremos que así sea y luchamos por ello".

Los responsables del Palacio Valdés, ayer congregados en el teatro para dar la bienvenida al elenco y con la emoción contenida de saber que han fichado otro estreno de campanillas, agradecieron a Serrano su fidelidad a la ciudad y resaltaron la calidad de los actores que ponen en escena la obra, con un apunte cariñoso para el novato Itzan Escamilla, que debuta sobre las tablas con la obra: "Espero que cuando empieces a ganar premios de interpretación te acuerdes de nosotros en los discursos", bromeó la concejala de Cultura, Yolanda Alonso.

Malena Alterio, Patricia (la madre cuyo hijo ha muerto en la función), describió el montaje a estrenar como "un proceso de cocción lenta, plagado de momentos de miedo a viciar el espíritu del texto original y que ha dado como resultado un trabajo coral muy agradecido". La actriz calificó de "muy bello" meterse en la piel de Patricia y destacó lo "conmovedor" que le resulta ser parte de una familia (en el escenario) "que gracias a no darse por vencida logra enfocar la muerte como parte de la vida".

Daniel Grao, Alberto (el padre que pierde a su hijo), subrayó "la necesidad que tienen todos los personajes de seguir viviendo pese al duelo que les corroe", algo que le lleva a pensar que ahí radica precisamente la clave para superar el drama de donde arranca la historia. La más veterana del elenco, Carmen Balagué, puso a los espectadores en situación: "Van a ver las interioridades de una familia como si mirasen por una agujerito de la pared". Belén Cuesta e Itzan Escamilla completan un elenco que esta tarde ultima los detalles de la función.