El director del Museo Marítimo de Asturias, José Ramón García, se ha embarcado en un nuevo proyecto: un libro sobre naufragios y accidentes de la marina mercante asturiana, es decir, de barcos matriculados en la región o de armadores afincados en ella. Por el momento, no ha comenzado a escribir, pero sí ha recopilado interesantes historias desde mediados del siglo XIX hasta los años noventa del pasado siglo.

Una de ellas es la "Quechemarín Dolores", un barco del tamaño de una lanchona de pesca con un patrón y tres tripulantes que el 22 de octubre de 1848 partió de Bayona (Pontevedra). "Llevaba principalmente cajas de azúcar y quería atracar en La Coruña, sin embargo, el temporal le impidió entrar, entonces lo intentó en Ferrol con el mismo resultado y entonces probó suerte en Ribadeo y tampoco pudo. Al final, acabó en el puerto de Avilés cinco días más tarde", explica el investigador, que ha recopilado 330 casos a partir de 1845. "Lo más habitual son los barcos que salen de un puerto, no llega a destino y se desconoce su paradero", afirma García, que en su publicación hablará de naufragios y accidentes en el Cantábrico, en aguas de Galicia, Inglaterra, Tarragona, Almería y Francia, por citar algunos ejemplos.

Para recopilar esos datos, García ha recurrido a capitanías marítimas, archivos en el País Vasco y Galicia y a la prensa de entonces, entre una interminable lista de lugares. En ellos encontró detalles del Polacra Goleta Elvira de 1856, que partió del puerto gijonés a Francia y "nunca más se supo". En 1867, el bergantín Joven Carlos naufragó a la altura de Luanco. "En ese caso, el patrón dijo que la culpa había sido por un gran animal, que pudo ser un cachalote o similar", indica el investigador, que leyó además que los tripulantes de ese bergantín pudieron salvarse tras saltar a un bote.

Los barcos solían transportar carbón al Levante y regresaban a Asturias con sal y aceite. Corría el siglo XIX. "En 150 años, cambió mucho el mundo de la náutica; antes los barcos eran de vela y caían como moscas, para orientarse tenían una brújula y un barómetro y poco más y solía haber naufragios comunes, si iban costeando no ocurría lo mismo", detalla José Ramón García, que tira de memoria y para hablar de un patache cazador en la ría de Avilés en 1985 que se hundió y posteriormente fue reflotado. También habla de otro accidente ocurrido en la parte más occidental de Asturias donde un golpe de mar rompió un barco y los marineros se fueron al agua. "Llegaron casi sin ropa a las cuatro de la mañana a tierra a una casa de aldea y acabaron durmiendo sobre hierba seca, ahora los rescates son mucho más sencillos, hay helicópteros", recuerda, sobre un pasaje de su investigación.

La nueva publicación, que aún carece de nombre y mes para salir a la venta (a José Ramón García aún le queda escribir y rescatar algún que otro dato) está motivada por una meta que el director del Museo Marítimo ubicado en Luanco se marcó hace años: la historia de la navegación asturiana. "La del siglo XIX ya la tengo publicada, esta se enmarcaría en el siglo XX y no me queda más remedio que dividirla en partes, sin embargo la historia de los naufragios y accidentes marinos es solo una parte de todo", indica García, que no parará de mover papeles para mantener ese trabajoso proyecto que se fijó hace años. Y que empieza a coger forma.