"Todos los libros tienen algo de autobiográfico y éste que hoy presento también". Celso Peyroux, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA desde hace cincuenta años y cronista oficial de Teverga, habló ayer con honda emoción de "El desván de los vencejos azules", la novela con la que regresa a la narrativa, tras ocho años de silencio.

Peyroux, que ha sido nominado por la Embajada de Francia a la condecoración de caballero de la República con la medalla de las palmas académicas, como desveló el concejal de Cultura de Oviedo, Roberto Sánchez Ramos, no resistió ayer la tentación de nombrar a Víctor Hugo y a sus "hojas muertas" para hablar de un libro que recrea historias de la infancia en los valles verdes y luminosos de un ficticio Falgueiro, en las tierras del Norte.

El acto comenzó con el compositor Jesús Ángel Arévalo al piano, para interpretar la melodía a la que el pianista ha llamado igual que el libro de su buen amigo y compañero de recitales poéticos. Ante la mesa también estaba el cuadro de José del Riego que se reproduce en la portada del libro, "en el que los capítulos se cosen con hilo de plata para hilvanar gran variedad de temas recurrentes de la Guerra Civil, las xanas, los lobos y la vida de los trabajadores de la mina", como indicó Sánchez Ramos. El escritor Alberto Polledo, también colaborador de este diario, destacó la unidad que destila la nueva obra de Peyroux, al que interrogó en clave literaria acerca de la novela. Eva Vallines, correctora del libro y crítica de teatro de este periódico, reconoció la sorpresa que sintió al leerlo. "Esperaba unos relatos costumbristas y me tropecé con unos textos que rozan el realismo mágico". Al final, Peyroux agradeció la presencia de muchos amigos, también llegados de otros puntos de España.