¡Hola amigos! Como os comentaba el miércoles pasado, la Bruja Picotera tiene dos aliados un tanto especiales...

Todas las brujas tienen mascota y Picotera no iba a ser menos. Además de los escarabajos, piojos y arañas que anidan en su pelo y en su escoba, Picotera siempre soñó con tener de mascota un chupacabras, pero ante la dificultad para adoptar uno, se conforma con sus dos mascotas un tanto peculiares: El búho Epitafio y el gato Patético.

Como toda buena bruja, Picotera tiene un gato, tan chiflado como ella. Se llama Patético y es un cachorrito de gato negro. Patético se cree que es una fiera temida por todos, con los colmillos más grandes y afilados del planeta y un rugido capaz de ensordecer a la humanidad, pero en realidad es un cachorrito de gato, con un maullar suave y agudo como todo gatito pequeño, y unos colmillos de leche.

Cuando se mira al espejo en lugar de ver un gatito, Patético ve una enorme y elegante pantera. A Patético le encanta como a su dueña fastidiar a los niños. ¡Es malísimo!

Cuando está cerca de ellos enseña sus colmillos y bufa como si fuese un sifón. Se cree que impone miedo a los niños con sus feroces colmillos, pero ellos, si lo ven, piensan en ese adorable gatito que enseñaba sus colmillitos de leche.

Picotera conoció a Patético de una forma un tanto peculiar. Una noche de niebla espesa, llegó un gatito asustado hasta la entrada de la mansión de Picotera, estaba perdido y había sido capaz de llegar hasta la alta colina donde se encuentra la casa de la bruja, toda una aventura para un gatito tan pequeño como él. Picotera abrió la puerta y se encontró con el animal en el suelo, se acercó, pues solo veía un bulto negro con ojos grandes y no sabía si era un gato, una rata o un murciélago. Lo miró de arriba abajo y pensó que podría ser un buen ayudante para tramar fechorías. Lo agarró del pelo y lo subió con la mano hasta la altura de su cara, lo miró seriamente a los ojos y mientras parecía mascar algo entre sus dientes le preguntó con voz tajante:

-¿Te gustan los niños?

-Ffffffff, -respondió bufando el gatito enseñando sus colmillos.

-Perfecto, me servirás de ayudante, veo que eres tan perverso como yo y eso me gusta. Te pondré un nombre bonito. ¿Qué te parece Patético?

-¡Miauuuu!, -asintió el gatito sonriente.

-¡Picotástico!, -dijo la bruja. -Pasa, te presentaré al majadero del búho.

Y, desde ese momento, una bruja, un búho y un gatito se hicieron inseparables.

Su otra mascota, Epitafio es un búho gordo, cascarrabias y muy pero que muy sabiondo. Le gusta la ciencia, la literatura, el arte, la astronomía, la música... Siempre le replica todo a Picotera y discuten casi todo el día. Pero lo cierto es que el búho siempre tiene razón. Picotera, ¡le saca de sus casillas! Entre que la bruja no se entera de nada y que Epitafio siempre está dando lecciones... hacen un dúo muy peculiar.

Cuando la bruja quiere salir a sobrevolar los cielos en busca de niños a los que chinchar, Epitafio toma asiento en la escoba. Trata de agarrarse fuertemente al palo, pues los viajes en escoba con esta bruja son de lo más temerarios. Antes de salir, Epitafio hace cálculos aritméticos tratando de saber a ciencia cierta de dónde sopla el viento para saber qué rumbo deben tomar. Pero Picotera agarra al búho y se lo lleva en su escoba.

-Epitafio, vamos a ver qué fechoría podemos tramar y qué camino debemos escoger.

-Picotera, según mis cálculos, sopla el viento del Este, -dice Epitafio.

-¿Éste? ¿O aquel?- contesta la bruja señalando los caminos que podrían seguir.

-¡Que sopla el viento del Este, Picotera!, -contestó alzando la voz Epitafio.

-¿Cemento celeste? ¡Ay qué ver qué estupideces dices, búho majara! En lugar de avisarme de dónde sopla el viento, te pones a hablarme de cementos...

Epitafio puso cara de desesperación, como siempre...

Cuando Picotera coge cierta estabilidad en el vuelo de escoba sobrevolando los cielos de la ciudad, Epitafio comenta el tipo de tejados y fachadas de las casas, habla del arte barroco, del rococó... Por supuesto Picotera no le hace ni caso. El otro día mientras Epitafio hablaba no sé por qué motivo del retículo endoplasmático rugoso, Picotera le señaló con el brazo un coche negro lleno de flores...

-Búho charlatán, déjate de decir estupideces y mira qué coche negro tan bonito lleno de flores, qué decoración tan bien cuidada ¡Qué elegancia!, -aseguró Picotera.

-Bruja tarada, eso es un ¡coche fúnebre!, -exclamó Epitafio

-Sí, eso, eso... ¡Precioso!, -respondió la bruja como siempre sin enterarse de nada.

El otro día, Picotera salía del cuarto de baño, después de más de media hora, y lo hacía con un buen trozo de papel higiénico pegado al zapato. La bruja no se daba cuenta y andaba tan tranquila por el pasillo de su Mansión. Entonces Epitafio le dijo refunfuñando:

-Picotera el zapato...

-¿Qué?, -preguntaba ella, -¿Qué pato?

-¡El zapato!, -levantaba la voz Epitafio.

-Sí, he estado un buen rato, si querías entrar haber pedido el orinal.

-¡Vieja bruja! ¡El za-pa-to!, -replicó el búho cabreado.

-¡Pero mira lo que llevo pegado en el zapato!, -dijo Picotera

Epitafio se echaba las alas a la cabeza, esta bruja lo vuelve loco.

-Podías haberme avisado, búho tarado.

-Bruja loca, -refunfuñaba el animal...

Y así se pasan los días enteros. Como os dije, Picotera tiene más poder que nunca y ha conseguido que diversas librerías y jugueterías de Avilés tengan en sus escaparates nada más y nada menos que ¡Su propio libro!

Os espero aquí el próximo miércoles con un cuento súper especial de Halloween, ¡no te lo pierdas!