Ha suscitado todo tipo de reacciones desde que se presentó en el Festival de Venecia, recibiendo enormes elogios y algunas críticas y demostrando que el director Emir Kusturica sigue apostando por un cine creativo y personal, con elementos surrealistas y en algún caso desconcertantes que denotan una imaginación sin límites y un apego enorme por la fantasía. Porque como señala la cinta en sus títulos de crédito ésta es una película basada en tres historias reales y en miles de fantasías. En ellas ha volcado el prestigioso responsable de 'Papá está en viaje de negocios', 'Gato negro, gato blanco' y 'Undergoround' toda una pléyade de ingredientes que sorprenden y fascinan al espectador. Siete años después de su anterior largometraje, 'Prométeme', certifica que en su filmografía cabe de todo excepto la monotonía y la ausencia de ideas.

Empeñado en cuidar la factura estética y la paleta de intensos colores, el director ha ubicado su película en una primavera que aporta vida a todo el entorno natural y en el que una serie de animales, algunos propios de una granja pero otros, especialmente las serpientes, con su carga de crueldad y de muerte, conforman una pasarela más que sorprendente en la que desfilan, entre otros, el halcón peregrino, las ocas, el burro y las gallinas. Lo peor es que son tiempos todavía de guerra en los Balcanes que contemplan enfrentamientos armados y, por supuesto, heridos y muertos, aunque priva siempre el factor humano sin concesiones a un planteamiento dramático. Por suerte la contienda no tarda en terminar y a pesar de que se rompen a menudo los compromisos adquiridos, la felicidad vuelve a abrirse paso, sobre todo para Kosta, un lechero incorporado por el propio realizador, que va a contraer matrimonio con la bella campesina Milena pero que finalmente se enamora de una misteriosa italiana, Nevesta, que comparte plenamente sus sentimientos.

Es así como se abre paso a una segunda mitad más discutible, pero sin duda también hermosa, que conduce la cinta por senderos fantásticos y emocionales y que recurre a una preciosa metáfora antibélica que pone en la picota la tragedia de las minas antipersonas.