Se nutre en lo que a estética se refiere de los recursos propios del cine de acción, con influencias específicas de los videojuegos, y se vale en el terreno del guion de ingredientes que los aficionados identificarán de inmediato con el clásico de 1967 de Robert Aldrich Doce del patíbulo, aunque la conexión más directa es con los relatos de los DC Comics. Con todo ello y con la correcta, pero no demasiado inspirada, realización del director David Ayer, que tiene en su haber títulos como ´Dueños de la calle´, ´Sin tregua´ y ´Corazones de acero´, se ha forjado un producto que sin resultar apasionante ni ser demasiado brillante, sí puede ofrecer, con algunos altibajos, dos horas de entretenimiento.

Eso sí, valiéndose de un reparto cuidado y selecto en el que Will Smith lleva la voz cantante y en el que destacan, sobre todo, nombres como Joel Kinnaman, Jared Leto, Margot Robbie y Viola Davis. Se excede en el uso y abuso de los colores y nos muestra un panorama urbano con ecos de Gotham en el que, por supuesto, no se echa de menos a un Batman muy poco estimulante. Lo que vemos es una misión imposible, calificada de suicida en el título, que ha puesto en marcha una responsable de Inteligencia del Pentágono, Amanda Waller, con el fin de acabar de una vez por todas con un enemigo invencible. La base de la enorme eficacia de esta especie de comando es que está integrado por un grupo de villanos de élite, mujeres incluidas, con unas cualidades únicas para acabar con todo lo que se le ponga por delante.

Son seres tan invencibles como despreciables que se ofrecen como mercenarios a cambio de conseguir la puesta en libertad o de ver rebajadas sus penas de prisión. Tipos de una efectividad destructiva notoria que, además, no tienen nada que perder. Lo peor es que tienen un sentido curioso y peculiar de la ética y de ahí que se planteen cuestiones impensables, entre otras su convicción de que han sido elegidos no para triunfar sino por su evidente culpabilidad y con opciones practicamente nulas para salir con vida.