Más interesante de lo que promete en un principio y con una estructura narrativa muy consistente, demostrando entre otras cosas que el director Todd Phillips sabía muy bien lo que hacía al dirigir la trilogía Resacón, especialmente la brillante primera entrega, esta película confirma no sólo las cualidades del cineasta norteamericano en el terreno de la comedia, en la que en buena medida se inscribe, también en el marco de la corrupción y del análisis ético de los personajes.

Porque lo más destacado y lo que confiere verdadero valor a la cinta es el hecho de estar basada en hechos reales. Tanto es así que fue el propio productor Mark Gordon el que decidió llevar la historia a la pantalla apenas había terminado de leer un artículo de Guy Lawson publicado en 2011 en la revista Rolling Stone titulado Arms and the dudes, en torno a dos jóvenes norteamericanos veinteañeros que se hicieron millonarios de la noche a la mañana al firmar con el Pentágono unos acuerdos de compra de armas. Por suerte su entusiasmo lo compartió el realizador Todd Phillips, que se puso de inmediato manos a la obra.

Si lo primero que se hace patente en la película es la amistad, que vuelve a reunir a dos antiguos compañeros de estudios que se reencuentran en Miami y que se asocian para aprovecharse de las supuestas facilidades que el Ejército de Estados Unidos ofrece para firmar contratos de corte muy modesto en materia de armas, no hay que dejar de lado, asímismo, un factor clave en la trama y es la importancia decisiva que en materia de negocios tiene la toma de decisiones. Hasta el punto que David y Efraim, los protagonistas, se hacen de inmediato con 300 millones de dólares solo por aprovechar unas lagunas legales y por tomar la iniciativa en un territorio virgen en materia de especulación. Aunque David es algo más sensato que Efraim, no logra imponer su decisión en los instantes oportunos.