Tiene un pequeño inconveniente que le resta algo de interés y es su desaforado optimismo, hasta el punto de que en esta colección de anécdotas, situaciones y personajes que componen la película no hay ni un solo momento dramático o terrible, ni siquiera cuando el protagonista es detenido junto a un aristócrata en bancarrota. Y es que el director argelino Mohamed Hamidi, que se enfrentaba a su segundo largometraje, tras su debut en 2013 con 'Mi tierra', aseguró tener muy claro que en esta vida cada uno cosecha lo que siembra y Fatah es un hombre amable y generoso que jamás ha tenido una mala palabra o un mal gesto para sus congéneres. Sin duda por ello recibe una invitación a su vaca para que pueda estar presente en la exposición de la Feria Internacional de Agricultura que se va a celebrar en París.

Para alguien como él, tan campechano y de buena fe, es un sueño hecho realidad. Sobre este esquema se ha erigido una cinta deliciosa que va ganando enteros a medida que avanza y que ha heredado elementos de dos títulos clásicos del cine, 'La vaca y el prisionero', dirigida por Henri Verneuil en 1959 y la inolvidable 'Una historia verdadera', firmada por David Lynch en 1999. Una 'road movie' que desprende un grato sentido del humor. Eso sí,con un nuevo desmán del doblaje en España, donde los dos idiomas del original, el francés y el árabe, se han reducido a un único castellano que convierte algunos momentos y ademanes en algo surrealista.

El relato comienza en una pequeña población argelina que va a ser, ante el asombro de todos sus vecinos, noticia de gran impacto en la televisión francesa. Todo es fruto del empeño de Fatah que después de intentarlo muchos años, finalmente ha recibido el visto bueno de los responsables galos de una Feria destinada exponer a los animales de granja. Todos piensan que es una locura, sobre todo su mujer, porque supone recorrer desde Argelia hasta París.