Tiene a su favor un correcta aunque no demasiado brillante realización, un notable pre- supuesto y un ligero sentido del humor que cristaliza en diversos momentos, pero también tiene en contra la inevitable falta de experiencia en el western de su director Antoine Fuqua y su protagonista Denzel Washington, ambos debutantes en el género, junto a un excesivo alargamiento de la historia, que alcanza los 132 minutos, y una escasa definición de unos personajes no tan entrañables como sería de desear.

El caso es que con tales antecedentes este remake del clásico de Kurosawa de 1954 Los siete samurais y de la versión de Los 7 magníficos de 1960, que dirigió John Sturges con Yul Brynner y Steve McQueen al frente del reparto, no puede hacer olvidar en ningún momento su modelo, por supuesto, y tampoco configurarse como una relevante aportación a una especialidad, el cine del Oeste, sumida desde hace décadas en una más que considerable crisis.

Tiene en ocasiones hechuras de buen trabajo, si bien la cinta pierde un tanto su brillantez y su sentido de la épica en una batalla final desmesurada y academicista. No hay, como era fácil de prever, rasgos originales que reclamen la atención y asistimos, por ello, al mismo proceso de desarrollo del guión que en la cinta precedente.

Ahora, eso sí, el lugar en donde transcurre se ha trasladado desde México a un valle de Estados Unidos en donde impera, asimismo, la tiranía y la crueldad de Bartholomew Bogue, un industrial sin escrúpulos empeñado en hacerse con la propiedad al precio que sea para defender sus intereses, algo que incluye el crimen y la violencia.

Ese es el panorama que descubre Chisolm, un cazador de recompensas afroamericano -la verdadera novedad-, al pasar por una de las poblaciones del entorno en el momento en que el siniestro Bogue asesina a todo aquel que incumple sus deseos. Hastiados de tanta injusticia y con la iniciativa de una joven viuda que ha visto matar a su mari- do, los vecinos se unen convencidos de que solo así podrán sacudirse semejante yugo.