Solo unos minutos de proyección bastan para demostrar que estamos ante una película diferente y ante un autor personal y que sabe lo que lleva entre manos. Si se repara, además, en los dos largometrajes previos del director, la espléndida ópera prima ‘Puedes contar conmigo’ y la sugestiva ‘Margaret’, la más pura lógica se abre paso y todo adquiere un innegable sentido. Porque, en efecto, el guionista y director Kenneth Lonergan ha forjado en su tercer trabajo un producto de considerable envergadura que es una de las grandes sorpresas de los Oscars, con nada menos que seis nominaciones que incluyen, con toda justificación, los de mejor película, director, guión original, actor principal (Casey Affleck), actor de reparto (Lucas Hedges) y actriz de reparto (Michelle Williams).

Será difícil que se vaya de Hollywood con las manos vacías. Lo más sorprendente, con todo, es que éste era un proyecto que nació para que debutara como director el actor Matt Damon, pero que las circunstancias lo impidieron en beneficio de un Lonergan que primero entró como guionista y, finalmente, tras el no definitivo del ganador de la estatuilla al mejor guión por El indomable Will Huntig, asumió, asimismo, la realización. De este modo, por suerte para el espectador, se entra de lleno y con una enorme seguridad en los dominios de un drama familiar que atrapa por completo.

Y lo hace gracias a la labor de Affleck, que aporta una consistencia tremenda a un personaje más que complejo. Se trata de Lee, un joven conserje de familia trabajadora de la pequeña ciudad norteamericana de Manchester, aunque afincado en Boston, que no atraviesa los mejores momentos, ni mucho menos. Es más, acaba de saber que su hermano mayor ha muerto inesperadamente de un ataque el corazón y, para sorpresa suya, el difunto lo designó como responsable legal de todos sus bienes, algo que le convierte de hecho en tutor de su sobrino, que tiene 16 años, hasta que sea mayor de edad. La película comienza precisamente en esas circunstancias que no hacen más, en principio, que abonar el terreno de la crisis.