Impresionante debut de Sean Durkin con solo un cortometraje a sus espaldas. En Martha Marcy May Marlene bucea en el espinoso suburbio de las sectas seudonaturistas.

Arranca con la fuga de la protagonista (Elisabeth Olsen) y su reencuentro con su hermana (Paulson), de la cual había estado desconectada dos anos. Poco a poco, por medio de silencios, comportamientos ligeramente asociales y flashbacks, vamos reviviendo el encierro de Martha, marcado por el líder de la comuna (John Hawkes).

En el presente la chica sufre un bloqueo emocional absoluto, agravado con incapacidad de autoanálisis y síndrome de Estocolmo, que ni su hermana ni el marido de esta logran romper.

El director/guionista traza muy bien la frontera entre comuna y secta. En la que nos muestra no hay barreras físicas ni cultos religiosos, hay amor libre pero no desenfreno sexual frecuente. Y es una secta porque su líder es un discreto pero implacable muñidor de voluntades, muy tierno con las chicas y muy machista ("Patrick solo tiene hijos"), paladín del respeto y delincuente.

El guion muestra bien como la disolución de los apoyos familiares deja indefensos a los más débiles de carácter, aunque le sobra el lujoso tren de vida de la hermana y un final que roza el tremendismo. En el reparto John Hawkes (nominado al Oscar por Winters Bone) borda sus dosificadas apariciones.

Elisabeth Olsen esta magistral; curvilíneo cuerpo, atractivo rostro y unos ojos, unas miradas, que mantienen la tensión en sus larguísimos silencios. En la dirección, Sean Durkin peca de un ritmo lento y monocorde y acierta con una cuidadísima fotografía.