Respira profundamente el ambiente del interior de la provincia de Alicante, especialmente de las comarcas de L'Alcoia, El Comtat y la Vall d'Albaida y se viste con las prendas propias de la comedia negra, forjando en este sentido un relato de amor y de muerte en el que las notas de humor salpican buena parte de las imágenes.

Es una película desigual pero interesante a menudo, con aspectos valiosos y a resaltar, que supone el debut en la dirección de largometrajes de Pol Rodríguez, que es también coguionista y coproductor, un desafío del que sale no del todo airoso pero con expectativas de futuro. Eso sí, hay que decir que la presencia de tres actores de la talla de José Sacristán, Laia Marull y Sergi López es decisivo para que el tinglado que monta el director no se venga abajo.

Con numerosos y reiterados planos de la geografía de unos escenarios privilegiados, con presencia permanente de localidades como Alcoi, Muro, Gorga, Bocairent, Cocentaina y, sobre todo, Quatretondeta, la cinta invita a un viaje en el que antagonismos como la fiesta y los fuegos artificiales, por un lado, y la muerte y la reflexión, por otro, se adueñan de la pantalla. Es fruto de la frustración que sufre Tomás, un anciano en el entierro de su pareja.

La aparición inesperada de Dora, la hija de la difunta y su decisión de llevarse el cadáver a París, que es donde reside, provocan la rebelión de Tomás, que trata de que se cumpla la última voluntad de la mujer con la que ha convivido los últimos cuarenta años. Pero tiene en su contra a todos, desde las autoridades locales hasta le pintoresca funeraria que se encarga del traslado.

Titulada en principio Camino a casa y dada a conocer en el Festival de Málaga, puede por fin estrenarse con dos años de retraso pero sin perder algunos de sus alicientes. Tampoco se ha difuminado su particular sentido del humor y la seguridad que aporta a los fotogramas un Sacristán que sigue estando en su mejor momento.