Es, a la vez, apasionante y rigurosa y aunque su historia no es original y ha sido ya llevada al cine (Enigma, de Michael Apted en 2001), aquí adquiere una dimensión más real y auténtica. La descripción del personaje de la trama tiene un componente humano que hasta ahora se había marginado y que resulta tan fundamental que da un sentido diferente a lo que vemos. De ahí que esta adaptación de la novela de Hodges Alan Turing.

The Enigma, que encabezaba en Hollywood la lista de los guiones más brillantes no trasvasados al cine, aporte un aluvión de datos y de circunstancias absolutamente inéditas. El cuadro se hace aún más notable cuando se acompaña de una dirección espléndida del noruego Morten Tildum, y de una interpretación excelente de Benedict Cumberbatch y Keira Knightley. No es sorpresa, por ello, que se haya visto recompensada con ocho nominaciones a los Oscars, incluyendo mejor película, director, guión adaptado, actor y actriz principales.

Con plena conciencia de que tenía una oportunidad única ante sí, Tildum ha mostrado las claves de su espléndida narrativa, logrando en todo momento que el relato no sólo interese y movilice la tensión del espectador, sino que no pierda el rumbo en ningún momento. Lo que por encima de todo destaca el realizador es la relevancia y la capacidad de un hombre, Alan Turing, que logró lo que parecía una empresa imposible, descifrar el código Enigma que los nazis utilizaban en sus comunicaciones en la guerra, lo que significó en base a análisis de expertos que la contienda se acortase dos años y que se salvara la vida de varios millones de personas.

Turing fue el responsable de semejante gesta, valiéndose de lo que podría calificarse como un antecedente directo de los ordenadores. Desgraciadamente, su condición de homosexual en tiempos en que el tema era condenado y castigado por las leyes británicas, hasta el punto de ser condenado a consumir hormonas masculinas, le acarrearía que su nombre fuese casi olvidado y silenciado. No sólo eso, en 1954 puso fin a su vida.