Por encima de todo es un homenaje a la figura de los médicos rurales, a esos hombres que han cuidado, y algunos lo siguen haciendo, de la salud de pequeñas localidades ganándose la confianza de sus pacientes y contribuyendo a curar sus enfermedades mientras entre ambas parte se forjaba una entrañable amistad.

Lo ha elaborado un director, el francés Thomas Lilti, que no en balde era uno de esos doctores de campiña antes de entregarse a la realización de películas. Por eso se dio a conocer en el ámbito internacional con un largometraje, Hipócrates (2014), el segundo de su filmografía, tras Les yeux bandés (2007), que no llegó a España, que giraba también alrededor de los médicos pero aquí desde el punto de vista de la ética profesional y a partir de las experiencias de un joven residente novato.

A pesar de que esta cinta es inferior, con un argumento menos ambicioso y sin las repercusiones morales que tenía Hipócrates, hay en ella cosas interesantes que abren paso a un mundo marcado por la generosidad, la comprensión y la confianza. Con elementos sentimentales que cristalizan en el final y con un toque de comedia dramática que no oculta la dimensión auténtica de unos seres que luchan contra la muerte de los demás sabiendo, en ocasiones, que ellos no son inmunes a graves enfermedades.

El protagonista, incorporado por un François Cluzet que está en el mejor momento de su carrera como actor, es buena prueba de ello y los dos tumores que han aparecido en sus pulmones son, preciamente, los que motivan que sus jefes le envíen a una joven doctora como ayudante para aliviar su enorme trabajo. Como es lógico, la primera reacción de Jean-Pierre, el protagonista, es de disgusto y de recelo, pensando que muchos sienten que ya no está en disposición de atender a sus enfermos, sobre todo teniendo presente que ello conlleva en numerosos casos visitarles en sus propios domicilios.