Una vida mejor sigue la estela de un cine interesado en hacerse eco de la realidad social presente (o de nuestro pasado más inmediato), sin llegar a ser el peor Ken Loach, sin llegar a ser los mejores Dardenne. El filme de Cédric Kahn trata de despertar cierta conciencia crítica a partir de la acumulativa crudeza de su relato. Arranca como una rápida sucesión de sueños cumplidos, desde que Yann y Nadia, una joven madre libanesa, se conocen en un local que le ha rechazado a él laboralmente.

Se enamoran, deciden montar un restaurante e inician los trámites para ello. "Ahora sois propietarios", escucharán, y como espectadores entendemos que es la sentencia directa para la tela de araña neocapitalista (con el mercado inmobiliario, las prestacionesbancarias y sus propias normas).

Justo en ese momento, el jarrón de leche se cae al suelo y se rompe, y todo será fatalidad a partir de entonces. Nos queda la sensación de deja vu, de que Kahn se ensaña excesivamente con el devenir de sus personajes, notablemente caracterizados, y de que su filme, aunque correcto, no ha sabido volar mucho más allá.