Tiene un valedor indiscutible, el director Richard Linklater. Pero al margen de ello los loables resultados y la considerable satisfacción que desprende la cinta está vinculada en gran medida al actor Jack Black, que efectúa una verdadera creación del protagonista, el director de un establecimiento de pompas fúnebres de una pequeña localidad norteamericana, Cartago. Obligado a cantar en varias ocasiones, no sólo sale muy airoso del reto sino que consolida el carácter de un producto musical que se define como una comedia negra estructurada con arreglo a la técnica del falso documental. Un tratamiento tan desenfadado y en clave de farsa de los temas mortuorios no es nada frecuente en la pantalla.

Lo más sorprendente de esta película es que está basada en hechos reales, concretamente en el caso de Bernie Tiede y utiliza como punto de partida un artículo que escribió el coguionista Skip Hollandsworth en 1998. Jack Black se entrevistó con el propio Bernie en la prisión en la que cumple cadena perpetua. Son datos esenciales que justifican el buen acabado de los fotogramas y la brillantez del relato.

Ambos actores se meten de lleno en sus cometidos. Jack vive el papel del empresario mortuorio que se gana la confianza de todos sus conciudadanos, y MacLaine desprende en el rol de la viuda Marjorie Nugent una acritud notoria que despierta la enemistad de todos los que la rodean.

Pero Bernie y Marjorie acaban conviviendo, eso sí en una relación ajena por completo al sexo y asentada sobre el considerable capital que ella atesora. Por eso él se convertirá en compañero de viajes llamativos por todo el mundo. Hasta que llega el fatídico día en que muestra una actitud totalmente impensable en un tipo tan afable y el drama se desata. La historia se cuenta con voz en off y mediante el testimonio de los vecinos más allegados a Bernie y de las autoridades locales y utiliza a menudo las vueltas atrás para entrar en más detalles.