Deja un agradable sabor de boca que no hace olvidar, sin embargo, sus limitaciones y, sobre todo, los excesos poco afortunados de una primera mitad que exprime un discutible sentido del humor empeñado en llevar las cosas al límite. Por eso esta comedia familiar francesa no deja de ser un producto de consumo menor que compagina ideas acertadas y efectivas con otras bastante sosas y, desde luego, pasadas de rosca.

Es el cuarto largometraje de una cineasta realmente polifacética, Valerie Lemercier, conocida solo en España por Palacio Real de 2006, que no solo ha dirigido la cinta, también es la protagonista y responsable del guión. Muchas responsabilidades que se quita de encima con desigual suerte, con la eficaz colaboración en la interpretación de Gilles Lellouche, que incorpora a su marido, pero con soluciones en el argumento no siempre felices.

Lemercier trata de situar primero en su contexto adecuado al matrimonio formado por Aleksandra y Cyrille, genuinos representantes de una clase acomodada con éxito en su profesión, sobre todo ella que es directora de una revista de moda, y un indudable narcisismo que tratan de explotar a través de la vía del arte de vanguardia. Libertinos y sin prejuicios, hasta el extremo de que ambos tienen sendos amantes, solo hay una sombra en la vida de Aleksandra y es su incapacidad para tener hijos, objetivo que se ha frustrado varias veces. De ahí que opten, finalmente, por adoptar, sin demostrar los sentimientos propios del caso, a un niño ruso de siete años, que pasa a formar parte en realidad de su colección de caprichos.

Lo que sucede a partir de ese momento, fruto no solo de la falta de amor, también de la imposibilidad de que la pareja pueda controlar a un pequeño que no acepta imposiciones y que denota una agresividad casi patológica, colma una cinta infestada de altibajos. Aunque la realizadora asegura que se inspiró en un caso real, el de un niño también ruso adoptado por un matrimonio norteamericano que no podía hacerse con él, es obvio que la imaginación y la exageración son los factores que marcan la pauta.