No es una aportación mediocre ni aburrida al universo de los superhéroes y ofrece motivos para sentirse medianamente satisfechos, especialmente porque contiene ingredientes inusuales y sin apenas precedentes en la pantalla, en concreto el de una superheroína que no hace olvidar por supuesto a Supergirl y Catwoman a pesar del fracaso que supusieron, y por encima de todo porque pone sobre la mesa cuestiones de ética y de humanidad a la hora de hacer frente a la guerra.

La propia postura moral al respecto de Diana, esta princesa de las amazonas que detesta unos conflictos en los que la muerte es colectiva y el individualismo ha pasado a mejor vida, pretende dar un enfoque totalmente distinto al tema. Por eso Wonder Woman, sin ser un producto de mucha envergadura, es superior a las últimas aportaciones al respecto. Sufre del mal más común de estos productos, su desmesurado a injustificado metraje, que aquí alcanza los 141 minutos y que genera desfallecimientos ostensibles, pero compensa con un apreciable sentido del humor y una descripción correcta de un clima apocalíptico.

Creada por William Moulton Marston, esta seductora y sensible heroína, que se incorporó a DC Comics hace más de 75 años, ha sabido ganarse una legión de admiradores que, finalmente y tras una larga y sorprendente espera, la disfrutan ahora en la gran pantalla. Lo hace con una primera aventura que resume el origen del personaje, una Diana muy bella y con superpoderes que ha crecido en una isla en compañía de otras amazonas y bajo el control de su madre, la reina Hyppolita y de Antiope. Alejada de la civilización, solo una enorme casualidad, el accidente que sufre en ese paraíso perdido un piloto norteamericano, Steve Trevor, le hará salir de un feudo tan maravilloso y exclusivo. Es entonces cuando comprueba que el mundo está inmerso en la primera guerra mundial y que la oleada de muertos y de heridos motivan que su solidaridad se abra paso entre el horror y la crueldad. Lo peor, con todo, es que se está empleando el mortífero gas mostaza para eliminar al enemigo.