Sus propuestas de cine de acción las lleva hasta sus últimas consecuencias, llegando a tales extremos en su afán de que no brote ningún tiempo muerto que, paradojicamente, se incide en el tedio. Esta nueva entrega de la serie 'Triple X', en efecto, pierde no sólo su razón de ser, también las coordenadas en las que pretendía ubicarse y lo que tenía que ser espectáculo, tensión y una historia vibrante se viene abajo.

De hecho, el argumento es tan simple en todos los aspectos que da la impresión de que se ha improvisado y que el guionista F. Scott Frazier no ha logrado hincar nunca el diente a los personajes creados en 2002 por Rich Wilkes y que dieron cobertura a la primera entrega, avalada por el actor Vin Diesel, que vive un tanto de las rentas de la saga 'A todo gas' o 'Fast and furious'. Vin, que tiene influencias marcadas de James Bond, con un cierto toque de ironía, un discutible sentido del humor y una capacidad de destrucción inacabable, incorpora al agente Xander Cage que ha decidido volver a las andadas y abandonar su auto impuesto exilio en aras a recuperar la temible arma secreta de la Caja de Pandora.

Lo primero que hay que decir de esta aventura es que no suscita ni el más mínimo interés. Lo que vemos es cómo Xander pone fin a sus vacaciones sin más motivo que su afán inagotable por seducir y por entrenar sus puños y sus músculos, que han perdido efectividad, a pesar de que fue él quien se retiró voluntariamente de su actividad. En este sentido casi una hora inicial está dedicada a los placenteros viajes del protagonista, que visita entre otros países la República Dominicana, Filipinas, Brasil y Londres, antes de sumergirse de lleno en su lucha abierta contra un enemigo sumamente peligroso que saca a la superficie una conspiración implacable en las más altas esferas de la política internacional. De este modo y con un inevitable cargamento de humor ácido se pretende reafirmar la condición de la cinta de referente del cine de acción, con una multiplicación exhaustiva y eterna de escenas acrobáticas.