Hay quien piensa que la vocación la traía de serie, porque, según cuenta la leyenda, fue la propia Keira quien, en plena infancia, pidió a sus padres que le buscaran representante. Anécdotas aparte, es hija de un reputado actor, William Knightley, y de una escritora fundamentalmente teatral, Sharman MacDonald.

Nacida en Londres hace 27 años, a los 4 años ya se presentaba en audiciones y a los 7 debutó en la televisión, en la serie ´Screen One´. A los 14, fue el secreto mejor guardado de ´La amenaza fantasma´. George Lucas la eligió como la doble de la princesa Amidala. La que evitaba que esta tuviese un triste final, que, para que no fuera desvelado, obligó a eliminarla de los títulos de crédito. El parecido entre ella y Natalie Portman, una vez maquilladas ambas con curiosos trazos, era tal que ni sus madres pudieron distinguirlas. Luego vivió un arranque vertiginoso y diverso. Pasó de estudiante en peligro en ´The Hole´ -que incluye su único y ahora cotizado desnudo a los 16 años- a futbolista enamorada en ´Quiero ser como Beckham´. De objeto de amor platónico por parte del padrino de su boda en ´Love Actually´ a arquero de rostro repintado con signos de guerra en ´Rey Arturo´. Pero sobre todo ejerció de señoritinga secuestrada por unos afortunados ´Piratas del Caribe´, junto al incombustible Johnny Depp y al efímero Orlando Bloom.

Convencida la industria del cine de que nadie da credibilidad a un traje de época como ella, le encargaron revisitar el clásico de Jane Austen ´Orgullo y prejuicio´, por la que consiguió su primera opción al Oscar y al Globo de Oro a la mejor actriz, además de un novio que ya pasó: el actor Rupert Friend. Además, la embarcaron en dramas culpables con reminiscencias literarias como ´Seda´ o ´La duquesa´, biografía cinematográfica de una irreductible aristócrata de la estirpe de lady Di. En esa misma línea se inscribe su actualidad. Una nueva versión de ´Anna Karénina´ -nominada al Oscar en cuatro apartados: fotografía, vestuario, dirección de arte y banda sonora, y que en los Bafta se ha alzado con el premio de mejor vestuario-, en la que comparte cartel con Jude Law, y que, confiesa, la ha hecho reflexionar sobre muchos aspectos de su vida profesional y personal. Esta última se centra en el anuncio de su inminente boda con el músico James Righton, que, según se dice, será secreta y de la que no permite que se filtre pormenor alguno. Para enfrentarse a un personaje con tantas aristas como el que Tolstói creó, ha contado con la colaboración de un director de su máxima confianza: Joe Wright, que ya la dirigió en dos de sus películas más celebradas: la citada adaptación de ´Orgullo y prejuicio´ y ´Expiación´.

¿Le gusta trabajar rodeada de amigos?

Bueno, es una situación ideal. Mi relación con Joe es muy próxima. Somos íntimos, vivimos cerca y lo veo a menudo. Pero esperábamos que todo fuese igual que cuando rodamos ´Expiación´. Y han pasado cinco años; él no es el mismo director, y yo no soy la misma actriz. Hemos hecho desde entonces algunos anuncios juntos-de una marca de perfume, con Alberto

Amman como coprotagonista-, pero no una película, y nos dimos cuenta de que ambos habíamos cambiado mucho. Tardamos un poco en reencontrarnos, y la extraña naturaleza del personaje no nos ayudó. Anna Karénina es como un compendio de todo lo bueno y todo lo malo del ser humano. Había días en que la odiábamos y otros la adorábamos. Luchábamos por hacerla simpática y comprensible, y a veces nos parecía una heroína, y otras, una mujer egoísta y caprichosa.

¿Como la mayoría de los seres humanos?

Así es. Está claro que esa dualidad está en el interior de todos nosotros. Por eso, cuando me porto mal y hago algo de lo que me arrepiento, incluso al momento, siempre pienso: "Dios, no puedo creer que haya hecho esto". Pero entiendo que, aunque no nos enorgullezca, es algo inevitable. Hay muchos personajes literarios que no me gustan, pero cuando me acerco a ellos como actriz debo esforzarme en comprenderlos y en hacerlos comprender, porque, en realidad, tienen un gran valor: sirven para comparar su moralidad con la nuestra y para hacer que nos preguntemos si somos mejores que ellos. Es un proceso muy interesante.

Usted, que dedica una gran parte de su tiempo a causas comprometidas, hace poco con un anuncio contra el maltrato femenino que ha dado la vuelta al mundo, ¿se considera una persona egoísta o caprichosa?

Según y cómo. Son esferas diferentes. Cada persona se muestra de un modo distinto si está moviéndose en el ámbito público o en el privado. En este último, si dijera que no me gusta salirme en ocasiones con la mía, estaría mintiendo. Pero no siempre es así. Soy egoísta y no soy egoísta. En definitiva, creo que todos tenemos algo de eso en nuestro interior, que aflora de vez en cuando, al menos.

Es usted una especialista en interpretar a mujeres de otras épocas que no son libres para seguir lo que les dicta el corazón. ¿Las comprende bien?

Sin duda. Me puedo imaginar perfectamente su entorno porque, por mucho que la sociedad haya cambiado, la hipocresía que es inherente a la sociedad sigue siendo la misma en la actualidad, y romper las reglas del juego siempre tiene un precio. Todo el mundo sigue queriendo agradar para no verse condenado al ostracismo social, y eso se nota en todo, desde el aspecto físico que ofrecemos hasta nuestros modales o nuestro interés por parecer interesantes. Es una mochila que llevamos todos, pero que, en el caso de las mujeres, es mucho más pesada y difícil de transportar porque no todo lo que ocurre se mide por el mismo rasero. Depende de si eres de un sexo o de otro. La sociedad no acepta con facilidad la infidelidad femenina, pero la masculina la lleva digiriendo con toda tranquilidad desde que el mundo es mundo. Y eso es sólo un ejemplo.

Ha expresado en muchas ocasiones que se considera una persona romántica. ¿Le gusta que sus personajes tengan al menos un apunte de romanticismo?

Siempre que se manifieste de formas distintas. Por ejemplo, Anna Karénina posee lujuria y descontrol y sentimiento de fracaso. Son elementos que dan al personaje una variedad de matices que significa un reto para cualquier actriz. Tolstói es muy moderno y deja claro que si una persona está atrapada en una relación que no funciona debe abandonarla. Y esto es así. Pero tanto en el amor como en el resto de los aspectos de nuestras vidas. En el trabajo, por ejemplo, aunque no se den las condiciones óptimas, no hay que perder la esperanza ni la fuerza para combatir lo que no nos gusta y, si llega el momento adecuado, cerrarla puerta a lo que nos está estorbando y minando por dentro. Claro que no siempre se puede tener lo que se quiere?

Siendo como es una intérprete reconocida, envidiada y admirada, ¿siente a veces que vive en una especie de jaula dorada de la que es imposible salir?

Soy consciente de mis privilegios, pero la pérdida de la privacidad sí hace que, en ocasiones, me sienta algo enjaulada. Es algo que forma parte de la sociedad que hemos creado. Colocar a las personas populares en esa situación se considera algo normal dentro de la "congregación" que formamos como colectivo. Aunque eso se haga a costa del individuo, y, sobre todo, olvidándose de él. De lo que pueda sentir.

Estaba usted interpretando a una mujer que fracasó en el amor mientras, en la vida real, se anunció su compromiso matrimonial con James Righton, vocalista de Klaxons. ¿Le gustan las paradojas y los contrasentidos?

Son inevitables y a veces muy divertidos, pero en este asunto en concreto yo no sabía que eso iba a ocurrir de esa manera. Es estupendo que la sorpresa esté presente en nuestro día a día. En cualquier caso, hay una enorme diferencia entre lo que pasa en tu vida y lo que les ocurre a tus personajes. Cuando interpretas, utilizas mucho menos de lo que se piensa tu propia experiencia de la vida, y en cambio te nutres de tu visión o comprensión de ella, porque, en realidad, no todo lo que te pasa acabas de entenderlo. Simplemente pasa. Por eso, puedes estar en un momento muy feliz de tu trayectoria vital, y a la vez interpretando el personaje más triste.

¿No le incitó a reflexionar sobre la naturaleza del amor?

Bueno, es inevitable pensar en cómo, cuando cometemos un error, podemos aprender de él. De hecho, parece que eso está puesto en nuestro camino a propósito. Es inevitable reflexionar sobre el hecho de que estar siempre deseando lo que es imposible alcanzar es agotador y puede llevar con facilidad a la obsesión. Y sobre que el amor es fugaz, porque la propia esencia de la vida lo es. Aunque ese sentimiento romántico dure 40 años. Nos venden otra cosa, pero esa primera oleada del amor no parece que se pueda sostener para siempre sin sufrir una lógica evolución. Existen el amor-romance, el amor-compañía y el amor-buen sexo, que es probablemente la combinación perfecta. Pero hay un reverso mucho más oscuro donde habitan los celos, el dolor y la soledad. Lo cierto es que estamos hechos de trocitos de muchas cosas.

¿Le resulta difícil desprenderse de los personajes cuando llega a su casa tras un largo día de trabajo?

Depende de como sean. Este me habitó durante un tiempo. Es un personaje que se suicida y que me hizo dar vueltas a qué hace que alguien tome esa desesperanzada decisión. Un personaje que abandona a sus hijos. ¿Yo lo podría hacer? Rotundamente, no. O no lo sé. Es algo muy difícil de abordar, y los seres humanos a veces hacemos cosas que se contradicen claramente con nuestro propio código moral. Creo que no fui una persona muy agradable durante el rodaje. Fue un alivio terminar. La parte técnica era tan difícil que exigía una gran atención, y el nivel de emoción tenía que mantenerse siempre tan alto que resultó agotador y estaba a menudo de muy mal humor.

¿Ni siquiera esos trajes maravillosos que luce en la película, y que le han valido el premio Bafta al mejor vestuario, le aligeraron el peso emocional?

Por supuesto que sí. Son diseños de Jacqueline Durran, con quien ya trabajé en ´Orgullo y prejuicio´ y en ´Expiación´.

En esta última, lucía un traje verde que fue elegido por los expertos en moda el diseño más perfecto jamás visto en la gran pantalla.

Así es. Jacqueline tiene un enorme talento y además tiene mucha "cintura". No es nada rígida. Estudia mucho cómo son los personajes y da cancha a los actores. Ha creado varios trajes para la película inspirados en el fatal destino del personaje, en el que son elementos centrales las plumas de los pájaros, las pieles de animales o los diamantes, que dan mucho que hablar. Muerte y frialdad.

Fue usted muy precoz a la hora de manifestar a su familia que tenía intención de ser actriz. Ellos, con los dos pies en el cine, el teatro o la televisión, quizá no esperaban otra cosa, pero ¿a quién reconoce como sus influencias más arraigadas?

Para mí, las dos grandes del cine clásico son Katharine Hepburn y Vivien Leigh. No sólo por su habilidad y talento, también por su perseverancia, que es una cualidad que admiro. Pero cuando tenía ocho años me encantaban los títulos shakespearianos de Kenneth Branagh, y en concreto ´Mucho ruido y pocas nueces´. Ahí descubrí además a Emma Thompson, que es una actriz maravillosa, que me emociona en esas grandes películas como ´Regreso a Howard´s End´ o ´Sentido y sensibilidad´.

Después de encadenar tantos papeles dramáticos, ¿tiene la impresión de que se está perdiendo la diversión que vivió en otros momentos de su carrera, como cuando empuñaba la espada en la serie de películas de ´Piratas del Caribe´?

Un poco, la verdad. Me lo pasaba muy bien en ellas; todo era alegre y ligero, aunque trabajásemos como mulas. Me encanta hacer películas de acción, es un género al que no quiero renunciar, y he tenido la suerte de embarcarme en una. Se titula ´Jack Ryan´ y la dirige, precisamente, Kenneth Branagh, que además hace uno de los papeles principales. Ryan es Chris Pine.

¿Está basada en las conocidas novelas de Tom Clancy sobre este personaje, que antes interpretaron Ben Affleck o Harrison Ford, en películas como ´Juego de patriotas´ o ´Pánico nuclear´?

Sí. La pena es que yo no hago una gran parte de la acción, aunque me encantaría. Corro un poco, solamente. ¡Qué se le va a hacer! La verdad es que me gusta divertirme en los rodajes, como me gusta pasarlo bien en la vida real. Me gusta bailar, por ejemplo, aunque no soy muy buena en ello. Salto y me muevo arriba y abajo y acabo haciendo un poco el ridículo. El otro día asistí a una fiesta de los ochenta que fue fabulosa. Lo bailé todo. De la A a la Z pasando por Prefab Sprout, por ejemplo. ¡Fue tan divertido!

Pronto la veremos también encarnando a una cantante recién descubierta por un cazatalentos en ´Can a Song Save Your Live?´ junto a Mark Ruffalo. Su agenda está bastante ocupada, pero algún momento libre quedará. ¿Qué hace cuando no está trabajando?

Cocinar. Entre otras cosas. Me inspira. Estoy siguiendo el libro de Yotam Ottolenghi, paso a paso. Y estoy perseverando en ello, o sea que cualquier cosa puede suceder.

Está usted viviendo un momento dulce, tanto en lo profesional como en lo privado. ¿Hay algo que le amargue la vida?

El francés. Llevo años intentado aprender a hablarlo por activa y por pasiva y le he puesto todo el empeño del mundo, pero no hay manera. No me sale (risas).