Es infrecuente que un director que empezó dirigiendo por encargo la tercera secuela de una saga como "Alien" (1992), en unos pocos años se convirtiera en director de culto, pero ese es el caso de David Fincher, autor de "El club de la lucha" o "Seven", que ha dado en Madrid un repaso a su trayectoria.

"Se aprende más de los errores que de las teorías", advirtió el cineasta estadounidense de 52 años a un afortunado grupo de alumnos de cine de una escuela de Madrid, donde impartió una charla coincidiendo con una visita promocional de su nuevo largometraje, "Perdida".

Él mismo es el mejor ejemplo de la validez de su consejo. Su formación cinematográfica en las aulas no fue más allá de un curso de verano en el instituto. "Aquello no era para mí", confesó Fincher, cuyo primer empleo fue de ayudante de laboratorio en un estudio de animación.

Poco después le fichó Industrial Light and Magic, la compañía de George Lucas en la que se dedicó a los efectos especiales de películas como "El retorno del Jedi" (1982), antes de lanzarse a dirigir anuncios y videoclips musicales, como el "Vogue" de Madonna.

Con semejantes comienzos, cuando tuvo la oportunidad de filmar la brillantísima "Seven" (1995), con Brad Pitt, Kevin Spacey y Morgan Freeman, Fincher ya sabía algo acerca de cómo manejarse con las exigencias de los estudios.

"Más que la garantía legal del montaje final, lo que es esencial para un director es la habilidad para transmitir sus intenciones, y no sólo a los productores, sino también al guionista, a los actores, al personal de márketing", resaltó el también director de "El curioso caso de Benjamin Button" o "La red social".

"El cine es un proceso colaborativo", continuó. "Entre tú y tu objetivo hay un montón de gente a la que tienes que entusiasmar. Y en mi experiencia, por lo general, la gente es comprensiva cuando le explicas bien los motivos de tus decisiones y lo que quieres conseguir".

Lo dice el hombre que en "Seven", una cinta con un presupuesto de 33 millones de dólares de la época, logró convencer a la productora de mantener un violento e impactante final que ha quedado para los anales de la historia del cine contemporáneo.

Aunque también le ha valido acusaciones por su celebración de la violencia, tema recurrente en "El club de la lucha" (1999) o "Zodiac" (2007).

"Mostrar tus ideas al mundo es una gran responsabilidad, tienes que tener cuidado. Pero el cine es riesgo y es emoción, no puedes pararte a pensar en qué le parecerá a todo el mundo", consideró.

Conocido por su perfeccionismo y detallismo en el rodaje, Fincher defendió la concisión como una de las grandes metas de todo realizador. "Lo más difícil es trabajar con los comportamientos, tienes que conseguir que todo el mundo esté implicado a la vez en lo mismo", explicó.

Y sobre su reconocido estilo visual, admitió que huye de los rosas y prefiere los tonos verde y amarillo. "A mediados de los ochenta hubo una tendencia a resaltar el rosa y hacer que todo el mundo pareciera muy feliz y saludable. Odio eso, me parece un fraude", resumió.

Fincher habló también de "Perdida", la adaptación cinematográfica de la novela de Gillian Flynn, protagonizada por Ben Affleck y Rosamund Pike, que se estrenará en España en octubre y que gira en torno a la desaparición de una mujer, con su marido como principal sospechoso.

"Lo que me atrajo del libro es una idea que nunca me había encontrado antes sobre cómo nos construimos una versión ideal de nosotros mismos, que proyectamos sobre el otro, sin pensar que el otro hace lo mismo", aseguró.

"Con el tiempo, en una pareja, eso degenera en aburrimiento y en ira. Y te encuentras con que, después de 3 o 4 años de convivencia, no tienes ni idea de a quien tienes delante", añadió.