Cannes ultima los preparativos de un festival que, desde este miércoles y hasta el próximo 28 de mayo, llenará de cine la ciudad entre excepcionales medidas de seguridad debido a la elevada amenaza terrorista que pesa sobre Francia.

Sistemas de neutralización de drones, una fuerte vigilancia aérea, marina y submarina, la lectura automatizada de matrículas y un mayor número de agentes se han integrado a un dispositivo que cuenta también con gigantes maceteros de piedra que bloquean el acceso de los coches al paseo marítimo.

"La seguridad forma parte de la fiesta", resume a Efe el alcalde de la ciudad, David Lisnard, según el cual se ha buscado "un control físico y tecnológico permanente del espacio público, como debe hacerse en todo gran acontecimiento".

La novedad, señala el regidor, es que estamos "ante una suerte de uberterrorismo, que se escapa a veces de los radares de seguridad y que por lo tanto es muy imprevisible".

El atentado en Niza del pasado 14 de julio, apenas seis semanas después de que acabara la anterior edición, o el asesinato de un policía el pasado 20 de abril en los Campos Elíseos de París han llevado a incrementar unas precauciones, ya de por sí elevadas, para adaptarlas a la situación.

Junto a los omnipresentes carteles de este 70 aniversario del festival, que muestran una resplandeciente Claudia Cardinale, pasean ahora policías municipales y nacionales armados, y arcos de seguridad y controles más exhaustivos alargan las colas en los principales recintos del certamen.

Los desvíos de la circulación en las avenidas centrales, que desde mañana cortarán algunos tramos, o jardineras encadenadas unas a otras, que frenan el paso de algunos peatones, son otras señales evidentes de un despliegue habitual por estas fechas.

"Estamos acostumbrados y no te queda otro remedio. (...) Decir que no tienes miedo no es verdad, siempre te queda cierto temor", explica a Efe Marie Jerobert, residente en Cannes desde 2010, quien admite que la fuerte presencia de las fuerzas del orden es tranquilizadora.

Pero por encima de unas medidas que se ven como inevitables, el cine en su esencia, y los atractivos paralelos que un evento como este mueve cada año, que engalanan la ciudad y la inundan de turistas, compensan las limitaciones que dicen sufrir los vecinos de la zona.

"Hay un ambiente particular, con toda esta gente que viene de todas partes. Cannes en este periodo es una ciudad muy importante", dice orgullosa Véronique Roose, que por experiencia sabe que llegar temprano a la alfombra roja es la única manera de ver en persona a las grandes estrellas.

A la espera de que se despliegue ese mediático tapiz, Cannes vive en estas horas previas el trajín de la víspera, en la que de las fachadas de algunos hoteles todavía no cuelgan los reclamos publicitarios de las grandes productoras, y las carpas del paseo marítimo esperan su turno para ser colgadas.

La misma paciencia muestra el grupo de aficionados que ha hecho suya ya la acera de enfrente del Palacio de Festivales, con sillas y escaleras atadas con candados a las barreras de seguridad, y un acuerdo tácito entre ellos para respetar sus respectivos huecos.

"Vengo aquí todos los años desde el 97", señala a EFE Corinne Besnier, cuyo rostro quemado evidencia las horas pasadas a la intemperie para asegurarse un buen sitio durante los próximos doce días.

Su único objetivo, afirma, es ver de cerca a los actores y directores: "Algunos se acercan y nos dan autógrafos y buenas fotos. Otros que son un poco más esnob nos ignoran", dice esta veterana, que este año aspira a conocer al cineasta español Pedro Álmodóvar, director del jurado que entregará la Palma de Oro.