Alberto San Juan. Este actor madrileño de 43 años ha compaginado con acierto sus trabajos para la pequeña y la gran pantalla y el teatro, con su compañía Animalario, que ahora presenta 'El montaplatos', de Harold Pinter. Se manifiesta detractor de esos "socorridos estereotipos sobre mujeres mandonas y hombres calzonazos" y del mito de las diferencias entre los dos sexos. "Es el fruto del deseo de la sociedad machista de supeditar el papel del hombre al de la mujer", afirma convencido

Iba para periodista, pero al final le atraparon los platós y los escenarios. En cine, títulos como El otro lado de la cama o Bajo las estrellas, por la que logró un Goya en el 2008, han granjeado a Alberto San Juan prestigio, popularidad y una cierta aureola romántica o seductora, de la que echa mano de nuevo para su último papel en la gran pantalla, en 'La montaña rusa' y a las órdenes de Emilio Martínez Lázaro. En el filme encarna a uno de los vértices de un triángulo amoroso, que comparte con Verónica Sánchez y Ernesto Alterio. "A mí, lo de las relaciones a tres me parece estupendo –comenta San Juan, divertido– siempre y cuando los implicados tengan claro lo que está pasando, conozcan el juego y estén de acuerdo con él. Si no es así, mejor salir huyendo lo más rápidamente posible", afirma.

El actor madrileño desmiente ese cliché de que los hombres suelen inclinarse por el cine de acción mientras que ellas prefieren la comedia romántica. "No tengo esa percepción –subraya–. Creo que tanto el romanticismo como el humor son universales y no dependen de los géneros. Es uno de esos lugares comunes que nos acompañan en el día a día y ahondan en la gran mentira de que los hombres y las mujeres somos diferentes. Lo único que nos distingue es lo evidente: que unos organismos están estructurados para soportar un embarazo y dar a luz y otros no. Lo demás es fruto del deseo de la sociedad machista de supeditar el papel de la mujer al del hombre".

No le hacen ninguna gracia los estereotipos en torno a las diferencias entre los sexos pese a que es consciente de que algunas series, películas y obras de teatro los explotan con la seguridad de que el público los recibe con comodidad. "Son parciales a la hora de reflejar la realidad y se les da un valor que no tienen, pero lo único que hacen es limitar el conocimiento y generar prejuicios muy peligrosos. Prejuicios que atacan directamente al pensamiento libre y creativo. Pero, además, esos clichés de las mujeres mandonas y los hombres calzonazos y tal son recursos muy socorridos y fáciles. Lo complicado es saber retratar una relación de pareja desde su complejidad y con profundidad".

San Juan considera, además, que, efectivamente, la gran revolución del siglo XX fue la de las mujeres, pero que, como muchas otras, "la de la clase obrera, la de la libertad de elección de opción sexual o la de la xenofobia y el racismo, están todavía en trámite. Abiertas y sin terminar, aunque en algunos campos se haya avanzado bastante". Sobre la igualdad de la mujer en el trabajo, establece un hecho diferencial que convierte la profesión de intérprete en una especie de rara avis. "Claro, porque aquí no se produce eso de que las actrices cobren menos que los actores. Incluso muy frecuentemente sucede lo contrario, pero eso no quita que me parezca una injusticia insostenible cuando tiene lugar en otros ámbitos".

Lo manifiesta con la misma sinceridad con que –afirma– entra en faena a la hora de seducir si se tercia. "Es la mejor forma. Ser natural, no fingir, ser tú mismo; y a quien le guste, bien, y a quien no, pues también bien. Además soy un gran tímido, y la timidez es algo que no sirve para nada en ningún caso, pero en estos asuntos aún menos. Lo curioso es que para algunas personas es un rasgo que resulta atractivo. No sé por qué."