Batallador como es su costumbre, desde que inició su carrera a finales de los 70, Imanol Uribe (El Salvador, 1950) narra en su nuevo filme, Miel de naranjas, la historia de una pareja de jóvenes que, en plena posguerra, se sensibiliza ante las injusticias del régimen franquista y se opone a él desde la peligrosa clandestinidad. La protagonista –Blanca Suárez– redefine el cliché de la mujer española del momento y le dota de nuevos significados.

"Estamos acostumbrados –apunta Uribe– a ver en el cine a otro tipo de mujer en esa época y esas circunstancias: más miedosa y acomodaticia, pero me consta que la realidad era otra, y este es un modo muy válido de reivindicarla".

Admite que la mayoría de los personajes femeninos de sus películas están dotados de una personalidad fuerte e independiente. "Es curioso, porque cada uno es de su padre y de su madre.

Muchos provienen, además, de materiales literarios previos. Pero acabas retratando lo que te gusta en la realidad, y yo en mi vida personal siempre he preferido a las que son bravas, de personalidad activa". Incluso con lado oscuro, reconoce. "Siempre se dice que la mayoría de las mujeres se sienten atraídas por hombres un poco malotes, en los que no se puede confiar con facilidad. Y no podemos olvidar que también a nosotros nos gusta la misteriosa, la que no terminas de saber si viene o si va y si te está enredando. Eso tiene su morbo. No se puede negar".

Incluso él, recordando su juventud, se alinea junto a esos tipos un poco peligrosos que suelen perturbar el sueño de las madres. "Estuve interno entrada la adolescencia, y eso hizo que no formara parte de una cuadrilla, que, entre otras cosas, sirve para salir ligar en grupo. Yo era muy retraído, tenía pocos amigos. Leía mucho, iba al cine solo y ligaba solo. Y ligaba más o menos bien; en eso siempre fui bastante afortunado. Yo creo que esa soledad que parecía que me acompañaba me hacía interesante para las chicas. Algo de eso creo que hubo".

No se considera seductor de manual. Aplica a cada caso su propia hoja de ruta y se deja llevar por la intuición, aunque defiende el flechazo y la pasión como motor de encendido y combustible de cualquier relación amorosa. "Pero sí sé cómo me han seducido a mí. Siempre a través de los ojos, de la mirada. Hay miradas que hacen saltar chispas".

Defiende la pareja y considera que es algo atractivo y que funciona, aunque no sea la misma para toda la vida. "En realidad creo en ´las parejas´. Puedes tener cinco a lo largo de tu vida, o dos, o tres. Lo importante es que cada una en su momento haya sido indispensable. Eso querría decir que te han salido bien, aunque luego hayan finalizado por las razones que sean. De hecho, alguna de mis mejores amigas son exnovias".

Y, según dice, en el terreno de la amistad, son más numerosas ellas que ellos. "Muchas veces me doy cuenta de que soy el único hombre de la reunión. Con el tiempo, me he ido acercando más a las mujeres; me resulta más fácil comunicarme con ellas. Les envidio esa cosa de serenidad, de estar más pegadas a la tierra, que tienen mucho más desarrollada que nosotros".

Rechaza el cotilleo, un rasgo que aún considera más femenino que masculino, "aunque cada vez se acortan más las distancias en esto también". "En realidad no noto grandes diferencias entre sexos. No creo que el reproche sea más femenino que masculino ni que el mito de la mujer controladora esté tan enraizado en la sociedad como parece. Y si fuera así, no sería más que un mecanismo de defensa contra tantos siglos de estar relegadas a un segundo plano".

Para Uribe, es la realidad la que dicta sus normas, y las fronteras que hace veinte años separaban a hombres y a mujeres "prácticamente se han diluido y están en peligro de extinción".

Este es el tráiler de ´Miel de naranjas´, su último trabajo: