Actualmente la oferta turística se centra en destinos que ofrecen cultura, diversión y relax. Curiosamente, en muchos casos, la mejor parte de las vacaciones comienza cuando el itinerario se aparta de los monumentos y se acerca a los restaurantes.

Amantes de la gastronomía, no son pocos los que recorren el mundo buscando sabores únicos. La siguiente lista enumera seis lugares en los que la comida se ha considerado un pilar básico de su cultura, hasta el extremo de construir un museo en su nombre.

Museo de la sidra: Beber cultura

La sidra y el arte de escanciarla forman parte de la cultura más enraizada de Asturias. Por ello un museo que les rinde homenaje goza de total legitimidad. Ubicado en la localidad de Nava, a 30 km de Oviedo, este museo cubre todo el curso de la elaboración de la bebida, desde la recolección de la manzana hasta su embotellamiento. En sus instalaciones se rememoran las formas de elaboración tradicionales, que desde hace cientos de años buscan satisfacer a asturianos y aficionados de todo el mundo.

Museo del chocolate: Convertir el grano en gozo

Ubicado en Colonia, en plena ribera del Rin, el Imhoff-Schokoladenmuseum, museo del chocolate, se encuentra en la lista de los diez mejores museos de Alemania. En sus instalaciones se realiza un viaje desde el cultivo del grano de cacao, pasando por su tratamiento, hasta llegar al procesamiento final. El aroma a grano tostado que envuelve todo el edificio y la fuente de chocolate de tres metros de altura convierten el museo en una parada obligatoria para todos los amantes del dulce.

Friet Museum: Oda a la patata frita

Aunque polacos y rusos optaron por fermentarlas y convertirlas en vodka, los belgas prefirieron cortarlas en bastones y sumergirlas en aceite hirviendo. El éxito es manifiesto, la receta de la patata frita se expandió por todo el mundo. Quizás no sea la comida más saludable, pero si hay una receta que se merece un homenaje es esta. Ubicado en la ciudad belga de Brujas, el Friet Museum se adentra en la historia de la patata: desde su descubrimiento en Perú, se estima que hace 10.000 años, hasta los actuales conos de cartón que McDonald’s vende por millones cada día. Alojado en la Lonja de los Genoveses, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, es el primer museo del mundo sobre este versátil tubérculo. Además de hacer un repaso a los personajes históricos que lo trajeron a Europa y lo pusieron en boga, el museo alberga un pequeño comedor donde se puede degustar la famosa receta belga. ¡Cuidado, hay que hacer cola!

Museo de la verdura: Orgullo agrícola

Conocida como la capital de la verdura, la ciudad riojana de Calahorra le ha dedicado un museo, que rinde homenaje a las raíces agrícolas del municipio. A través de las últimas tecnologías, pantallas táctiles y diversos videojuegos, se muestra con gran atractivo la importancia de los productos de la huerta en una alimentación saludable. Dividido en seis espacios, niños y adultos conocerán hasta el último detalle del cultivo de las hortalizas.

Museo del ramen: Fideos para enmarcar

En Occidente, la comida japonesa ha vivido un boom, asociada a una élite que buscaba nuevos sabores y texturas. Aunque el sushi sea el plato más extendido, el ramen, sopa de fideos japoneses, le pisa los talones. En Yokohama, el rito del ramen viene de tiempo atrás. Lo demuestra el museo abierto en 1994, que cuenta con una recreación de la ciudad a tamaño natural que data de 1958, año de creación de los fideos instantáneos. El museo alberga varios puestos de comida en los que degustar los diferentes tipos de ramen que se cocinan en Japón.

Museo de la trufa: Joyas bajo tierra

Apodada “el diamante negro”, la trufa es, por su intenso aroma y sabor, uno de los productos más codiciados en la alta cocina. En Metauten, Navarra, se encuentra el Centro de Interpretación y Museo de la Trufa, cuya labor es dar a conocer dicho hongo. Los miembros de la institución, acompañados de truficultores profesionales, organizan salidas al bosque en busca del preciado hongo entre junio y agosto.