Tienen una composición muy parecida a la de la hamburguesa, sin embargo siempre han permanecido en la lista de platos caseros. Seguramente, el ser poco prácticas para tomar entre pan y pan las ha salvado de entrar en el nefasto olimpo de la comida rápida. El caso es que esta redondeada mezcla de carne, huevo, perejil, ajo y pan rallado es una sustanciosa forma de tomar carne que está presente en muchos países del mundo y no pasa de moda, aunque tenga una larga historia.

Por supuesto, su valor nutritivo es notable, pues es una fuente de proteínas de alta calidad, fósforo, hierro y zinc, entre otros nutrientes. A lo anterior hay que sumar la salsa, que normalmente se compone de cebolla, aceite y tomate. Si la carne que se utiliza es de calidad y poco grasa, es realmente un plato nutritivo y apto para todos los públicos. En fin, que es una fórmula que vale la pena tener en cuenta y que a menudo goza de más aceptación que el clásico filete... Ahora bien, su valor energético no tiene nada que ver con el de un filete a la plancha. Su sabor y textura, tampoco. Quizá por eso gusta tanto a los niños…

- Una forma de que las albóndigas resulten más nutritivas es acompañándolas con salsa de tomate. Así la vitamina C del tomate facilitará la absorción del hierro en el organismo.

- Es importante que la fritura de la albóndiga sea leve y la carne no quede excesivamente hecha. La cocción al punto es la que aprovecha mejor los nutrientes.

- Se puede aumentar el valor nutritivo de la albóndiga con una buena dosis de ajo y perejil. El perejil es un verdadero concentrado de vitaminas y antioxidantes.

- La carne picada está más expuesta al oxígeno, la luz y a los microorganismos que la carne entera. De ahí que sea recomendable no conservarla más de 24 horas aunque esté en el frigorífico.